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Elementos nº 49. CIORAN - El Manifiesto

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Y más en concreto, en Rumanía, las<br />

diferencias del antisemitismo cioraniano con<br />

respecto al de la Guardia de Hierro no<br />

impiden la actuación de este último. Cioran<br />

nunca alzó su voz contra los crímenes de los<br />

legionarios. <strong>El</strong> que Cioran le envíe en 1937<br />

un ejemplar dedicado de La transfiguración a<br />

Codreanu no delata precisamente<br />

desacuerdo ni discrepancia con sus<br />

actuaciones. “Atención a la que Codreanu<br />

responde a través de una cálida misiva: lo<br />

felicita y le dice desear, él también, que<br />

´´este pueblo (el rumano) arroje sus harapos<br />

de pigmeo para vestir un hábito imperial“. Y<br />

se despide diciendo: ´´Un combatiente por el<br />

futuro de Rumanía le estrecha la mano”. Es<br />

decir, la ausencia de recetas para resolver el<br />

problema judío en la obra de Cioran queda<br />

compensada con su silencio cómplice ante lo<br />

que sucede en la calle.<br />

Esa lógica nacional de acosamiento y<br />

crimen de los legionarios seguramente que<br />

hubiera trascendido si hubiesen triunfado y<br />

se hubiese conectado con la otra lógica, la de<br />

los nazis. Los nazis fueron los únicos que se<br />

atrevieron a extirpar lo inasimilable de un<br />

modo definitivo. Y nunca tuvo un sentido<br />

tan preciso la expresión “solución final”<br />

como en la Shoah.<br />

En el siguiente capítulo, el V, Cioran se<br />

detiene en hacer la disquisición acerca de lo<br />

que le conviene a Rumanía de cara a su<br />

futuro: si una revolución en el sentido pleno<br />

de la palabra, o una revolución nacional<br />

(que finalmente apuntará como nacionalsocialista).<br />

Pero, previamente, no deja pasar<br />

la ocasión para ofrecer su parecer sobre el<br />

fenómeno de la guerra en general. Parecer<br />

en el que de nuevo muestra su inflamado y<br />

ardoroso espíritu. Lo primero que queda<br />

claro es su proclamación como “belicista”,<br />

no por simple arrebato sádico, sino más bien<br />

por sus salutíferas consecuencias; amén de<br />

considerar a su vez la propia guerra una<br />

consecuencia de un estado de salud social y<br />

espiritual. Así, “una nación se verifica por las<br />

guerras. Cuanto más se entregue a ellas, más<br />

acelerará su ritmo de vida”. O esto otro: “La<br />

guerra valoriza más o menos<br />

inconscientemente el organismo nacional”.<br />

Y ¡ay de aquellos que no guerrean!: “Los<br />

pacifistas deberían reflexionar esto: los<br />

pueblos europeos que no han participado en<br />

63<br />

la última gran guerra han retrocedido todos<br />

automáticamente a un segundo o tercer<br />

plano. Políticamente, la neutralidad es un<br />

signo de apatía, de abandono de la arena<br />

internacional”. ¿Más concreción? Hela aquí:<br />

”Una gran nación se eleva sobre las ruinas o<br />

las humillaciones de las otras. Los<br />

esplendores nacionales se bañan en un<br />

océano de sangre, y así toda la Historia. La<br />

gloria de Napoleón ha costado diez millones<br />

de vidas humanas. A primera vista, él ha<br />

hecho la guerra por pasión. De hecho, ha<br />

sido en razón del imperialismo que sigue a<br />

todas las grandes revoluciones y para<br />

satisfacer el deseo de hegemonía ilimitada<br />

de Francia. Ha provocado sin duda la<br />

pobreza, la miseria; pero ha puesto a Europa<br />

en movimiento. Los nacionalismos europeos<br />

tenían necesidad de su acción y de la<br />

filosofía de Hegel para que desde su timidez<br />

germinara el pensamiento hegemónico y<br />

desembocaran sobre la nefasta pluralidad<br />

del continente”. Una guerra, y más si es<br />

ofensiva, es una oportunidad para la<br />

voluntad de poder. Los rumanos<br />

tristemente, dice Cioran, sólo han llevado a<br />

cabo guerras defensivas, nunca han sabido<br />

qué era una iniciativa nacional, jamás han<br />

ejercitado la agresión pura para ganar lo que<br />

nunca les ha pertenecido. Sólo han hecho<br />

pequeñas insurrecciones de pobretes. Se han<br />

expandido hacia dentro, hacia su miseria.<br />

Sus guerras han sido guerras de pacotilla sin<br />

capacidad de generar crisis.<br />

Pero por encima de los guerreros están<br />

los elegidos: los revolucionarios. Francia y<br />

Rusia han sido los soles en un firmamento<br />

de pequeños astros belicosos. Estas dos<br />

naciones han sido los dos únicos hogares<br />

transformadores de Europa. Las<br />

revoluciones sustituyen unos mundos por<br />

otros, mientras que las guerras sólo<br />

acrecientan o arruinan potencias nacionales.<br />

Indudablemente, los rumanos están muy<br />

lejos de semejante aventura, ni que decirse<br />

tiene. Habrán de fijarse en dos fenómenos<br />

menores pero interesantes: el fascismo y el<br />

hitlerismo. Dos revoluciones nacionales (a la<br />

altura de 1935, obvio es decirlo). “Rumanía<br />

no está madura para una revolución de gran<br />

estilo; pero parece dispuesta para una gran<br />

sacudida nacional y reúne todos los<br />

elementos que forman el concepto de

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