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Elementos nº 49. CIORAN - El Manifiesto

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III - La transfiguración de Rumanía<br />

<strong>El</strong> año de 1936 es especialmente denso<br />

para Cioran: finaliza el servicio militar que<br />

inició en 1935 a su vuelta de Alemania,<br />

publica dos libros y se inicia como profesor<br />

de instituto en Brasov. Los libros son <strong>El</strong> libro<br />

de las quimeras y La transformación de<br />

Rumanía. <strong>El</strong> propósito es detenernos en el<br />

segundo, dadas sus implicaciones políticas.<br />

Schimbarea la fata a Romaniei apareció en<br />

la editorial Vremea y fue reeditado en 1941.<br />

Luego, por propia voluntad de Cioran, fue<br />

reeditado, en edición arreglada, en los años<br />

1990, 1993, 2006 y 2010 en la conocida<br />

editorial rumana Humanitas. Finalmente, en<br />

2009 ha sido traducida completa al francés<br />

por Ediciones L’Herne. Consta, por tanto, de<br />

sus siete capítulos originarios.<br />

<strong>El</strong> primer capítulo denominado La<br />

tragedia de las pequeñas culturas está más bien<br />

dedicado a las grandes culturas, culturas que<br />

Cioran ejemplifica en algún momento<br />

citando a Egipto, Grecia, Roma, Francia,<br />

Japón, Rusia, Alemania…, y que contrapone<br />

a Suecia, Dinamarca, Bulgaria, Hungría o<br />

Rumanía, como representantes de lo que él<br />

denomina pequeñas culturas o culturas<br />

periféricas. A modo de curiosidad, cita a<br />

España y Holanda como culturas<br />

intermedias. Que la etiqueta de cultura suela<br />

recaer sobre nombres de naciones no tiene<br />

nada de extraño; de hecho, nos dice Cioran,<br />

las grandes naciones en términos<br />

espirituales no son sino grandes culturas.<br />

Establecido esto, hay que señalar en qué<br />

consiste una gran cultura. Cioran nos<br />

propone para ello una sencilla operación,<br />

abrir un mapamundi: “Cada vez que<br />

abrimos un mapa del mundo, nuestros ojos<br />

se fijan exclusivamente sobre países tocados<br />

por la gracia terrestre, las culturas que han<br />

tenido su destino, pero que han sido sobre<br />

todo un destino para otros…, para todas las<br />

pequeñas culturas, las cuales han refrescado<br />

su esterilidad a la sombra de las grandes”.<br />

Es decir, se es grande porque se organiza y<br />

se determina no sólo lo propio sino lo de<br />

alrededor (hasta el confín que sea), y eso en<br />

función de una noción tan resbaladiza como<br />

la de destino. ¿Será el destino el conjunto de<br />

causas que operan en el seno de las grandes<br />

naciones? Probablemente, sí, pero eso es casi<br />

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no decir nada si no hay una explanación de<br />

dicho conjunto. Cioran en vez de internarse<br />

por esa línea explicativa prefiere apelar al<br />

término mesianismo para adjuntarlo al de<br />

destino. Consciente o inconscientemente, las<br />

grandes culturas son o han sido las que han<br />

sabido imprimir una dirección al mundo, un<br />

sentido fuera del cual no hay salvación<br />

alguna. Frente a esto, “Rumanía no ha<br />

tenido pensadores mesiánicos; ninguno de<br />

sus visionarios ha sobrepasado la profecía<br />

local ni el estrecho marco de un instante<br />

histórico”. Los rumanos sólo se han<br />

adherido a sus tradiciones y “el<br />

tradicionalismo es una fórmula que no<br />

compromete a nada. Expresa una<br />

solidaridad con la nación, pero no la<br />

voluntad de darle un gran sentido al<br />

mundo”. Cioran se queja de que las veces<br />

que se ha querido ponderar en algo a<br />

Rumanía (defender la latinidad; contener a<br />

los eslavos; proteger las tradiciones<br />

cristianas…) se haya destacado<br />

precisamente eso: conservar y proteger. ¡Eso<br />

no es un destino histórico!, proclama; sólo se<br />

hace algo importante cuando la voluntad de<br />

afirmación llega a marcar y determinar la<br />

historia.<br />

En el siguiente capítulo, dedicado al<br />

adanismo rumano, Cioran comienza<br />

lamentándose e interrogándose si han<br />

podido hacer algo bien los rumanos durante<br />

mil años. La respuesta, como es sabido, es<br />

negativa, y por lo tanto, como ya indicó en<br />

sus artículos alemanes, la situación es<br />

típicamente adánica. Rumanía no continúa<br />

nada, no tiene nada que proseguir ni<br />

completar, tiene que tener un principio<br />

absoluto. Si Adán salió expulsado del<br />

Paraíso, Rumanía debe salir de “un<br />

profundo sueño histórico” en el que no hubo<br />

nada edificante, así: “Nuestros ancestros<br />

apenas nos amaron, apenas vertieron sangre<br />

por la libertad. Nosotros somos un país de<br />

sediciones. Un pueblo que tenga el instinto<br />

de la libertad debe preferir el suicidio a la<br />

esclavitud. Para quien quiere abrir un<br />

camino en el mundo, todos los medios son<br />

buenos. <strong>El</strong> terror, la bestialidad, la perfidia,<br />

el crimen no son mezquinos e inmorales más<br />

que en la decadencia, cuando sirven para<br />

defender contenidos huecos; pero si<br />

favorecen la ascensión de un pueblo se

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