Elementos nº 49. CIORAN - El Manifiesto
Elementos nº 49. CIORAN - El Manifiesto
Elementos nº 49. CIORAN - El Manifiesto
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
pusilanimidad ante la vida, la misma<br />
indecisión y la misma resignación (…) Las<br />
verdades cotidianas de los rumanos son<br />
paralizantes. Tienden a privar al hombre de<br />
toda responsabilidad”.<br />
A mayor abundamiento, el escepticismo<br />
es la epidemia por excelencia de los<br />
rumanos. Pero no es un escepticismo al<br />
estilo francés (alegre, ornamental e<br />
inteligente); el escepticismo rumano es más<br />
profundo y psicológico, es un escepticismo<br />
que paraliza, que anonada y que<br />
imposibilita para reaccionar; le llega a<br />
gangrenar el alma con sus dudas constantes<br />
sobre ellos mismos y sus posibilidades. Es el<br />
mioritismo, es la lucidez de que no se puede<br />
hacer nada. Este nadismo, esta resignación y<br />
este desprecio de sí no se deben a otra cosa<br />
que a esa falta de tensión interior en los<br />
comienzos denunciada por Cioran.<br />
Curiosamente, el llamado segundo Cioran<br />
estará muy cerca de este escepticismo,<br />
aunque más cultivado, porque Cioran sí<br />
sabrá de historia.<br />
Ni siquiera la religiosidad del pueblo<br />
rumano ha operado en la buena dirección.<br />
La religiosidad no ha alcanzado el grado de<br />
la pasión religiosa. <strong>El</strong> cristianismo rumano no<br />
ha inyectado nada al pueblo rumano, salvo<br />
la creencia de que lo mejor está al otro lado<br />
del mundo, cuando “la verdadera<br />
religiosidad es fanática, profética e<br />
intolerante; y está encarnada por los<br />
primeros cristianos, por la Inquisición y por<br />
el Santo Sínodo de la Rusia zarista”. Sin<br />
embargo, “nuestra ortodoxia es<br />
circunstancial, atenuada e inofensiva.<br />
Nuestro estilo religioso es lábil y gelatinoso.<br />
Al no tener nada de volcánico no puede<br />
jugar el papel de intervención en nuestro<br />
destino”. Así, los rumanos son unos<br />
creyentes que siempre han habitado iglesias<br />
pequeñas y tristes, pobres capillas donde<br />
refugiarse del mundo. La religiosidad<br />
rumana, que es chata y no gótica, no será,<br />
por tanto, un elemento interviniente en la<br />
transfiguración.<br />
¿Y qué decir del agrarismo rumano?<br />
Respuesta: “¡Qué placer, para un pueblo de<br />
campesinos, el no intervenir en la evolución<br />
del mundo”. <strong>El</strong> campesinado rumano,<br />
además de pobre, siempre ha sido<br />
60<br />
resignado, y religiosamente confirmado en<br />
su resignación, es decir, doblemente<br />
resignado; nunca ha atisbado que existe eso<br />
que se llama historia, por eso el único<br />
mecanismo que ha operado en él ha sido la<br />
aceptación. Rumanía, incluso en su<br />
geografía urbana está infestada de ese<br />
mioritismo, nos dice Cioran. Por eso tampoco<br />
invocará Cioran el ruralismo como algo<br />
valioso para la transfiguración (demasiada<br />
benevolencia, la agrícola), y en esto se<br />
separará también de muchos intelectuales de<br />
su generación.<br />
Todas las taras e insuficiencias<br />
señaladas son las culpables de que el pueblo<br />
rumano sea eso: solamente pueblo, apenas<br />
una nación; solamente sociedad, apenas un<br />
estado. Así, diagnostica Cioran: “<strong>El</strong> pueblo es<br />
una obsesión que debemos evitar, tanto más<br />
porque durante siglos no hemos sido<br />
Rumanía, sino solamente el pueblo rumano.<br />
¿Cómo ha podido resistir durante tantos<br />
siglos troceado y sin existencia política? A<br />
esta cuestión no encuentro una respuesta<br />
satisfactoria. Valacos, moldavos y<br />
transilvanos no han guardado su sustancia<br />
étnica más que porque no participaban<br />
directamente en la historia”.<br />
Tras más de un centenar de páginas de<br />
pasarle tan larga factura a Rumanía, y como<br />
pareciendo que la cosa ya estuviese madura,<br />
de pronto, se atisba algo de esperanza en<br />
Cioran. Da muestras de que él cree algo al<br />
respecto, de que es posible que una deriva<br />
tan desastrosa cese: “Si los defectos de<br />
Rumanía, constatados aquí con la pasión y<br />
los pesares de un amor desesperado, fuesen<br />
eternos e irremediables, no me interesaría<br />
mi país en absoluto y juzgaría estúpido<br />
escribir un libro exponiendo hechos sin<br />
ninguna intención reformadora”. Pero no<br />
sólo sucede eso, sino que también Cioran<br />
señala, en una concesión a la humildad, que<br />
no quiere nada utópico para Rumanía (nada<br />
de paraísos), incluso que no quiere que sea<br />
una gran cultura (por puro realismo ante la<br />
condición del candidato). Si acaso, y, aquí,<br />
de nuevo, invoca el nombre de España,<br />
Rumanía podría ser una España del sureste<br />
europeo, aunque (por desgracia) “sin el<br />
encanto ni el ardor romántico de España,<br />
pero sí al mismo nivel histórico. Y sin un<br />
Cervantes que trace un Quijote con nuestras