Elementos nº 49. CIORAN - El Manifiesto
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terminar su carrera como la habìa<br />
empezado: encorvado y velludo.”<br />
Puesto que no hay animal màs<br />
fachendoso que el hombre, y, sin embargo,<br />
no entendemos còmo a pesar de los avances<br />
y “progresos” hasta ahora alcanzados por èl<br />
no ha terminado “resimiàndose” de manera<br />
definitiva.<br />
La solución del nudo problemático<br />
estaría entonces planteada en los siguientes<br />
términos: O el hombre opta por la lucidez,<br />
fruto del “desapego del acto” o se adscribe a<br />
la condición de espectadores consternados, a<br />
la declaración de la quiebra.<br />
Por otra parte, en todas las filosofías de<br />
la Historia encontramos una especie de<br />
relación compulsiva entre Historia y<br />
sentido. Efectivamente, esta “correlación<br />
maquinal que se establece entre Historia y<br />
Sentido es el ejemplo perfecto de verdad<br />
errónea.”<br />
Ciertamente, la Historia posee un<br />
sentido, o si se quiere varios, pero no es<br />
menos cierto que “este sentido la incrimina,<br />
la niega constantemente, volviéndola<br />
picante y siniestra, lamentable y grandiosa;<br />
en una palabra, insoportablemente<br />
desmoralizadora. Quièn la tomaría en serio<br />
si no fuera el camino de la degradación?.”<br />
Es prácticamente imposible plantearse,<br />
consecuencialmente, el problema de la<br />
Historia sin plantearse el problema de su<br />
conclusión. La teología reflexiona sobre el<br />
acaecer telúrico con perspectiva al Juicio<br />
Final, de igual modo que el ansioso (o el<br />
profeta) pensando en un decorado,<br />
obviamente, menos fastuoso pero no menos<br />
importante. En todo caso, ambos estàn<br />
atrapados (encandilados) por el espejismo<br />
de un telos improbable y vano.<br />
Constantemente tenemos el privilegio o<br />
el desagrado de asistir al final de nuestros<br />
semejantes. Y, sin embargo, nos està vedado<br />
desear el fin de la Historia tal como se lo<br />
deseamos a un vecino cualquiera. Empero,<br />
tanto aquella como èste estàn incursos en lo<br />
trágico. Se diría incluso que ambos existen<br />
en tanto portan el sello irrevocable de la<br />
tragedia. En este sentido se apunta esta<br />
reflexión de Cioran:<br />
“Imposible captar, como pretenden<br />
algunos, que lo trágico sea patrimonio del<br />
individuos y no de la Historia; la contrario,<br />
lo trágico la somete y determina màs aùn<br />
que al propio héroe, pues precisamente es su<br />
desenlace lo que nos intriga.”<br />
O esta otra reflexión, màs lacónica pero<br />
no menos certera:<br />
“Al igual que la tragedia, la Historia no<br />
resuelve nada porque no hay nada que<br />
resolver. Sòlo un desequilibrio piensa en el<br />
futuro.”<br />
Del mismo modo que nuestras<br />
posibilidades especulativas sòlo nos<br />
permiten explicar lo que sucede en la<br />
superficie de la Historia; sus abismos, sus<br />
vicisitudes internas, profundas, conservan<br />
un carácter enigmático e insoluble, siempre<br />
en constante acecho a nuestra conciencia. Es<br />
el cúmulo de contingencias que gobierna la<br />
Historia. De allì que, “sostener que el<br />
capricho, el azar, es decir, el individuo, no<br />
desempeña ningún papel en la Historia es<br />
una necedad.”<br />
Siguiendo el hilo de esta afirmación<br />
podemos sostener entonces que, asì como el<br />
azar desempeña un papel importantísimo en<br />
la Historia, el desorden tiene un carácter<br />
omnipresente a la vez que rige los eventos<br />
heurìsticos, nacimientales y morfogenèsicos<br />
tanto a nivel de los grandes relatos como en<br />
los màs mínimos intersticios de la zonas màs<br />
discreta o los ámbitos microscópicos del<br />
hecho social.<br />
Execro esta historia que idolatro.<br />
“Atribuir al proceso històrico una<br />
significación, incluso si se le hace surgir de<br />
una lógica inmanente al devenir, es admitir,<br />
màs o menos explícitamente, una forma de<br />
providencia. Bossuet, Hegel y Marx, por el<br />
hecho mismo de dar a los acontecimientos<br />
històricos un sentido, pertenecen a una<br />
misma familia, o por lo menos no difieren<br />
esencialmente entre si, ya que lo importante<br />
no es definir, determinar dicho sentido, si no<br />
recurrir a èl, postularlo; y ellos recurrieron a<br />
èl, lo postularon. Pasar de una concepción<br />
teológica o metafísica al materialismo<br />
històrico es simplemente cambiar de<br />
providencia.”<br />
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