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Elementos nº 49. CIORAN - El Manifiesto

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no son, pues, los judíos. Dicho esto, ¿qué les<br />

adjudica Cioran? Corrupción,<br />

retardamiento, insolencia, simulación,<br />

indiferencia por el nacionalismo rumano,<br />

agresividad, vampirismo, traición, alianza<br />

con el democratismo, especial inteligencia,<br />

internacionalismo, cerebralismo… De todas<br />

estas características la que más peligrosa le<br />

parece a Cioran es su indiferencia por el<br />

nacionalismo rumano, veamos hasta qué<br />

punto hiperboliza Cioran: “Si diéramos a los<br />

judíos la libertad absoluta, estoy seguro de<br />

que en un año ellos cambiarían hasta el<br />

nombre de nuestro país”.<br />

Con independencia de los reproches<br />

tópicos, incluso de los piropos tópicos, que<br />

esgrime Cioran, lo que más le inquieta es<br />

verlos como un obstáculo a la<br />

transfiguración, al proyecto de la nueva<br />

Rumanía. ¿Y eso por qué? Por “la estructura<br />

política de su espíritu” y por su “orientación<br />

política ajena a la conciencia nacional”. Y<br />

esto lo ilustra con una anécdota que quiere<br />

elevar a categoría de símbolo: “Ese judío que<br />

me confesaba que si Rumanía perdía<br />

Transilvania, eso lo dejaría perfectamente<br />

indiferente, expresaba sinceramente la<br />

evidencia de lo que suelen experimentar; eso<br />

sí, con disimulo”. Esa indiferencia, ese<br />

desentenderse es lo que subleva a Cioran y<br />

lo que le hace calificarlos de retardatarios.<br />

Curiosamente, cuando Cioran hace este<br />

diagnóstico, apenas falta una docena de<br />

años para que por fin el pueblo judío<br />

consiga un lugar de asentamiento, un paisaje<br />

en el que enraizarse, y empezara a defenderlo<br />

con uñas y dientes como el más feroz y<br />

exaltado nacionalista (no muy lejos del<br />

gusto de Cioran). Por eso, la acusación de<br />

desenraizamiento no se sostiene, o mejor<br />

dicho, no tiene esa supuesta perennidad.<br />

Desde el punto de vista de Cioran (y del<br />

antisemitismo en general) pareciera que la<br />

famosa errancia del judío obedeciera a una<br />

especie de capricho metafísico y no a una<br />

animadversión hacia ellos.<br />

Se ha aducido en varias ocasiones que el<br />

antisemitismo de Cioran es más elaborado y<br />

más intelectual que otros, y por tanto más<br />

aliviado de tosquedad y de brutalidad. En<br />

dos palabras, más relativo. En efecto, sus<br />

textos no están plagados de insultos, ni de<br />

exclamaciones, ni de llamas incendiarias,<br />

como sería del gusto de tantos. Pero, veamos<br />

de qué están llenos. Principalmente de una<br />

teoría de las razas, y lo que es peor,<br />

enunciada en tono irónico: “La teoría de las<br />

razas no parece creada más que para<br />

expresar el sentimiento de separación abisal<br />

que distingue a todo no-judío de un judío”.<br />

He ahí “dos seres de esencias diferentes. <strong>El</strong><br />

judío no es nuestro semejante, nuestro<br />

prójimo (…) Se diría que los judíos<br />

descienden de otra especie de monos que<br />

nosotros, que ellos han sido condenados ab<br />

inicio a una tragedia estéril, a esperanzas<br />

eternamente decepcionadas. Nosotros no<br />

podemos aproximarnos humanamente a ellos,<br />

pues el judío es primero un judío y después<br />

un hombre. Fenómeno que se produce tanto<br />

en su conciencia como en la nuestra”.<br />

Admitamos que hay algo de gracia en la<br />

literatura del párrafo, que es sugerente,<br />

incluso que estéticamente es enigmático,<br />

pero qué gran vaciedad contiene, sin<br />

embargo. Esa mezcla de monerío,<br />

tragedismo, destino y esencialismo, ¿qué<br />

arroja sobre la consistencia de lo judío salvo<br />

la sugestión de la rareza? Y lo que es más<br />

grave: la rareza elevada a categoría<br />

antropológica.<br />

Diferenciándolos<br />

antropológicamente, quedan ipso facto<br />

excluidos de cualquier proyecto de<br />

cooperación, quedan convertidos en lo<br />

inasimilable.<br />

He ahí, pues, la acotación de lo judío,<br />

una región ontológica en la región<br />

ontológica de lo humano. Y como tal, jamás<br />

tendrá solución; ni en el tiempo ni la historia<br />

resolverán el problema. Los judíos, dice<br />

Cioran, están destinados a sobrevivir a<br />

cualquier pueblo. Siendo así, la única<br />

solución será nacional (y por tanto<br />

provisional). En este sentido, hay que<br />

señalar que el antisemitismo de La<br />

transfiguración es una semblanza inacabada.<br />

Pero inacabada sobre el papel, sobre el texto<br />

del libro. ¿Por qué decimos esto? Porque<br />

este antisemitismo, el de Cioran, no es una<br />

perla aislada y sin posibilidad de<br />

trascendencia social, sino que se une a la<br />

oleada continental antisemita que ya está<br />

tomando medidas administrativas y<br />

persecutorias por doquier (por ejemplo, las<br />

leyes de Nuremberg de setiembre de 1935).<br />

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