Elementos nº 49. CIORAN - El Manifiesto
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“mártires sanguinarios”, “místicos de la<br />
oración y el revolver”, “frenéticos”,<br />
“intolerantes”, “convulsos” y cuantas cosas<br />
más se nos ocurran de semejante jaez. Y a la<br />
base de todo esto estaba la locura y la<br />
juventud, confiesa Cioran. Luego, toma<br />
distancia y añade que cada vez que<br />
rememora aquella aventura suya no se<br />
reconoce y que le da la sensación de que fue<br />
otro distinto a él quien se enfebreció de tal<br />
manera. Tanto que tacha La transfiguración…<br />
como “la elucubración de un loco” o como<br />
“el himno de un asesino”. Así, con el mismo<br />
radicalismo que antes empleara se dedica<br />
ahora a execrar su pasado y las pasiones que<br />
lo ocuparon. Las razones acerca de por qué<br />
no publicó este escrito entonces permanecen<br />
en la oscuridad, tal vez fuera la cautela por<br />
no excitar algo reciente de lo que tener que<br />
dar cuenta, o la prudencia de cara a sus<br />
familiares que permanecían en Rumanía<br />
bajo el régimen comunista. <strong>El</strong> caso es que lo<br />
único que hubo después fueron leves<br />
desaprobaciones en las ocasiones en que se<br />
le inquiría por su pasado y nada más.<br />
¿Quizá le ha faltado una confesión<br />
pública de arrepentimiento y condena que<br />
sustituyera esos pequeños y ocasionales<br />
murmullos desaprobatorios? Sin duda<br />
alguna. Pero también es creíble que si<br />
Cioran lo hubiera hecho habría maximizado<br />
un pasado hasta el punto de cambiar el<br />
sentido de su obra posterior, y él no deseaba<br />
eso. Habría tenido que hablar de culpa y no<br />
de ridículo y desvarío juvenil. Y entonces,<br />
¿qué pena se tendría que haber<br />
autoimpuesto? Y, sobre todo, ¿podría un<br />
culpable legitimar su posterior desapego<br />
universal?<br />
Cioran y la España del desengaño<br />
______________________________________<br />
Manuel Arranz<br />
Cioran amaba España. Cualquier lector<br />
asiduo de sus obras sabe esto; incluso en<br />
aquéllas en que no habla para nada de<br />
España o de temas españoles, el misticismo,<br />
la beatería, la decadencia, el honor, la<br />
melancolía, su amor por España es siempre<br />
patente, siempre manifiesto. Cioran tenía un<br />
carácter español, un temperamento español.<br />
Amaba España como los viajeros ingleses<br />
del siglo XIX, o como los noventayochistas<br />
también la amaban, es decir,<br />
apasionadamente, irracionalmente. La<br />
amaban por sus vicios, por sus defectos, tan<br />
puros los unos como los otros, por su<br />
orgullo, por su fe, porque su decadencia no<br />
recordaba su esplendor sino que era ella<br />
misma una esplendorosa decadencia. “Nada<br />
de lo español me es ajeno” dejó dicho, y no<br />
sería difícil reunir una nutrida antología con<br />
sus citas sobre España y lo español. Savater,<br />
a quien le cabe el mérito de haber sido el<br />
primero en introducir a Cioran en España,<br />
allá por los años setenta, escribió en una<br />
ocasión: “De todos los países de Europa, el<br />
predilecto de Cioran, su obsesión, su límite y<br />
su infierno, es España. Leyéndole, se hace<br />
necesario que tal cosa como España exista.<br />
En mística y en blasfemias, en fanatismo, en<br />
sangre, ímpetu y desesperanza, en azar y<br />
fatalismo, tenemos las raíces más largas y<br />
más hondas: hemos llevado a su límite la<br />
experiencia de vivir, hemos transgredido los<br />
límites... Nuestro castigo es aleccionador”.<br />
No es la España de hoy, naturalmente, la<br />
que amaba Cioran.<br />
En la época en que él se enamoraba de<br />
España, los españoles habían sufrido una<br />
decepción, un desengaño (¡qué temas tan<br />
españoles!, como lo sublime y el ridículo, los<br />
dos extremos de lo español según Cioran; y<br />
no hay que olvidar que el español sólo<br />
reside en los extremos). España había<br />
perdido su encanto para ellos, y los temas<br />
que citábamos antes, el misticismo, la<br />
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