Elementos nº 49. CIORAN - El Manifiesto
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penas”. ¿Puede suceder esto con Rumanía?<br />
Puede ser, parece que sí.<br />
Pero antes de pasar a su propuesta,<br />
Cioran quiere arreglar cuentas con sus<br />
digamos competidores, que él engloba bajo<br />
el genérico de nacionalistas (aunque él<br />
también lo sea). Así, detesta a los<br />
nacionalistas que se agarran al pasado y a<br />
las tradiciones. A esos reaccionarios.<br />
Rumanía será si vuelve la espalda al<br />
intimismo excluyente y al espíritu<br />
campesino que muchos pregonan. Frente a<br />
esto, Cioran proclama con contundencia un<br />
occidentalismo a ultranza, una apuesta por<br />
la modernización. <strong>El</strong> Occidente moderno<br />
que admira es sobre todo: ciudad,<br />
industriosidad e industrialismo. <strong>El</strong> campo y<br />
el campesino (y el campanario) solo ofrecen<br />
un equilibrio plano y estéril. La apuesta que<br />
hace por Occidente implica además, en su<br />
enunciación, un serio repaso recriminatorio<br />
a lo que se podría denominar el<br />
asiaminorismo. Rumanía, por su desgracia<br />
geográfica, no ha tenido más remedio que<br />
vivir multisecularmente bajo los desechos<br />
turcos y griegos. Tanto los bizantinos como<br />
los otomanos han sido una vergüenza<br />
histórica, una negación de lo espiritual, unos<br />
expendedores de oscuridad y asfixia. Ser<br />
balcánico es haber tenido que habitar en un<br />
lodazal lleno de detritus sureño. Por todo<br />
esto, el pasado de Rumanía, se mire como se<br />
mire, ha sido una pesadilla para un linaje de<br />
apesadumbrados: los rumanos. Por eso<br />
habría que tirar todo por la borda.<br />
Está bastante claro, pues, de cara a la<br />
solución, lo que Cioran no quiere y con<br />
quien no cuenta. Queda, sin embargo, nos<br />
dice, una cuestión pendiente. ¿Cuál? La<br />
cuestión obrera, cuestión que a veces nombra<br />
simplemente como la cuestión de “las<br />
masas”. <strong>El</strong> obrerismo, las nuevas y grandes<br />
masas de obreros generadas por el<br />
industrialismo, ¿qué lidia ha de tener de<br />
cara a ese salto que es la transfiguración?<br />
Este interrogante es importante porque este<br />
fenómeno de masificación es un hecho<br />
histórico reciente. Y una de sus inmediatas<br />
consecuencias es la internacionalización,<br />
tanto de su situación como de sus intereses.<br />
<strong>El</strong> proletariado, dice Cioran, es<br />
internacionalista en sus aspiraciones, y sin<br />
embargo las condiciones de facto son<br />
61<br />
nacionales ¡y Cioran también es<br />
nacionalista!, por eso “la integración del<br />
proletariado en la nación es uno de los<br />
problemas más graves del presente y del<br />
porvenir” (37). Ante esto, señala Cioran, la<br />
mejor manera de combatir el comunismo es<br />
solucionando nacionalmente la miseria<br />
económica del proletariado. Así se asfixia su<br />
solidaridad internacionalista. <strong>El</strong><br />
nacionalismo deberá tener en cuenta que no<br />
sólo de entusiasmo vive el hombre. La<br />
excitación de la grandeza de un pueblo debe<br />
ir acompañada de la implantación de la<br />
justicia social, si no será un nacionalismo<br />
hueco y a corto plazo.<br />
Y así llegamos al archifamoso capítulo<br />
IV, Colectivismo nacional, el que apareció<br />
suprimido en la reedición rumana de 1990<br />
de la editorial Humanitas, por propia<br />
voluntad de Cioran. En total son unas 26<br />
páginas en las podemos leer su conocida<br />
arremetida contra los judíos y contra los<br />
húngaros. De los turcos y griegos ya se ha<br />
ocupado anteriormente, como hemos<br />
indicado. Así se completa la visión de la<br />
cuestión de los extranjeros. Sin lugar a dudas,<br />
la razón de esta autocensura estriba en el<br />
antisemitismo que rezuma el capítulo y no<br />
tanto por sus críticas a los húngaros. Hay<br />
que advertir, además, que, si se prescinde de<br />
los lugares en que se manifiesta su opinión<br />
sobre los judíos, el libro permanece<br />
perfectamente articulado. Es decir, el<br />
antisemitismo no es nuclear en el libro<br />
(tampoco las otras xenofobias). Es<br />
meramente un pasaje —llamativo, eso sí—,<br />
pero no es la sustancia de la obra, ni mucho<br />
menos. Tanto es así que si en Rumanía no<br />
hubieran existido judíos, y por tanto Cioran<br />
no los hubiera mencionado, el proyecto<br />
cioraniano habría sido el mismo: un<br />
proyecto nacional-fascista (tal y como lo fue,<br />
por ejemplo, en la España de Franco). ¿Y<br />
esto por qué? Pues porque el problema de<br />
Rumanía son fundamentalmente los propios<br />
rumanos, nos viene a decir Cioran.<br />
Así, lo primero que señala es que “la<br />
cuestión judía” es un fenómeno reciente de<br />
la Rumanía de su tiempo (a partir de la<br />
creación del reino de Rumanía en 1859, y<br />
tras el fin de la I Guerra Mundial), mientras<br />
que la postración rumana se remonta a un<br />
milenio. <strong>El</strong> problema esencial de Rumanía