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Elementos nº 49. CIORAN - El Manifiesto

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violencia y de la alineación. Como<br />

contrapartida de ello, Cioran busca, si bien<br />

se le puede llamar asì, el consuelo en un<br />

remoto pasado inmemorial, refractario a los<br />

siglos y anterior al devenir. No obstante,<br />

sabiendo que el hombre fabrica con<br />

demasiada facilidad utopías que ocupan el<br />

lugar de sus continuas decepciones y sus<br />

fracasos constitutivos; pues el hombre es un<br />

animal atareado, febril por instinto, que no<br />

concibe el ocio –la santidad del ocio- no es<br />

capaz de aceptar el silencio, ni aùn después<br />

de la muerte.<br />

<strong>El</strong> escritor se burla con brutal<br />

mordacidad de sus propias afirmaciones. Y<br />

si alguna vitalidad tiene su pensamiento,<br />

ella reside en el humor sarcástico, en la<br />

ironía (que algunos tomarán por pesimismo,<br />

amargura o llamarán, indistintamente,<br />

escepticismo o nihilismo)<br />

Las reflexiones de este desengañado<br />

sobre el futuro de la humanidad estàn<br />

destinadas a desprestigiar las grandes<br />

mayúsculas, los sacrosantos conceptos que<br />

orlan la cultura dominante; su sarcasmo nos<br />

obliga a reconsiderar no sòlo nuestra<br />

manera de hablar si no, toda la estructura de<br />

nuestro pensamiento embotado por<br />

“clichés” y “slogans” académicos.<br />

Cioran o la voluntad antiescatològica:<br />

(claves para una no-hermenéutica)<br />

Como dice Savater en su ya citada<br />

polémica tesis doctoral que tantos avatares<br />

hubo de superar para ser discutida en la<br />

Universidad Complutense de Madrid:<br />

“De todas las supersticiones que la<br />

creencia en la Historia alimenta, la màs<br />

notable es la de Progreso. Quizás<br />

debiéramos decir la superstición del futuro,<br />

porque la fe en el futuro (en cualquier<br />

futuro, añadimos nosotros) lo es tambièn en<br />

el progreso, es decir, que la idea del<br />

Progreso es nuestra forma de imaginar el<br />

futuro.”<br />

Al respecto es preciso recordar al lector<br />

que todas las filosofías de la Historia que ha<br />

inventado homo sapiens y todos los<br />

sugestivos y exquisitos sueños que ofreció la<br />

inmaculada razón “progresista” e<br />

“iluminista” dieciochesca y decimonónica<br />

consistente en la inminencia de una<br />

sociedad paradisíaca y feliz se ha tornado, a<br />

escala planetaria ya, en la màs horripilante<br />

pesadilla que jamás haya podido concebir<br />

ese animal tarado y orgulloso llamado<br />

“hombre”.<br />

Cierto es que, por todas partes se respira<br />

un pestilente hedor a cadáver. Es imposible<br />

salir a la calle sin captar el inevitable<br />

forcejeo de la gangrena en los pliegues de<br />

todo rostro humano.<br />

Todas las filosofías de la Historia hacen<br />

su aparición procursivamente postulando<br />

una demoníaca necesidad de llevar a cabo la<br />

empresa històrico-ascensional que,<br />

presuntamente, debe desembocar en la<br />

“eyaculaciòn” –por parte de la humanidadde<br />

paraísos telúricos donde el hombre ha de<br />

recobrar la identidad consigo mismo y con<br />

los demàs mortales. Empero, a la luz de los<br />

datos empíricos que nos circundan, el logos<br />

fundante de esa hipotética sociedad feliz y<br />

armónica ha devenido, en el curso de los<br />

últimos milenios, principio petrificado y<br />

apologético de la razón teórica y<br />

epistemológica monstruosa y totalitaria; esto<br />

es, incapaz de impugnar la creciente e<br />

irreversible tendencia a la identitarizaciòn<br />

de los sujetos reales empíricos. La captura y<br />

consiguiente integración del individuo en la<br />

intersticialidad de un logocentrismo<br />

universalizador y expropiador de las<br />

rebeldías individuales y las irreverencias<br />

creadoras del Uno, tal como concebía al<br />

individuo Max Stirner. Asì mismo es casi<br />

imposible negar el carácter redentor y<br />

salvacionista que todas las filosofías de la<br />

Historia le asignan a la misma bajo el<br />

pretexto de una supuesta “ley de la historia<br />

que debe cumplirse de manera inexorable”.<br />

La idea de una lógica de la historia,<br />

léase del devenir, que se desplaza<br />

inexorablemente hacia la redención<br />

“definitiva” de la especie humana, pesa<br />

sobre el atlas de la humanidad como la màs<br />

perniciosa de las ficciones a tal punto que<br />

todo el mundo corre desesperado a la<br />

búsqueda de un paraíso inexistente. Tal<br />

paraíso es obra de unos maniáticos capaces<br />

de aniquilar a sus propios progenitores si<br />

fuera necesario con el propósito de erigir sus<br />

guillotinas y patíbulos e instaurarse ellos en<br />

el sillón privilegiado de la Historia, es decir,<br />

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