Elementos nº 49. CIORAN - El Manifiesto
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Por doquier emergen teorías científicas<br />
basadas en rigurosas proyecciones<br />
estadísticas y vaca-sagradas explicaciones<br />
económicas que pretenden erigir<br />
cosmovisiones ontolumìnicas o apocalípticas<br />
en función de insertar la tragicidad y el azar<br />
individual que caracteriza la deriva<br />
planetaria en axiomáticas e inexorables<br />
“leyes históricas” que supuestamente<br />
habràn de cumplirse por efecto de una<br />
nunca bien comprobada inevitabilidad.<br />
Por otra parte, tal como anotábamos en<br />
otro capítulo, Cioran reconoce que la<br />
materia prima de que està hecha la Historia<br />
es indudablemente, el tiempo y los actos o el<br />
movimiento.<br />
Respecto del primero, nos dice el<br />
escritor:<br />
“Tras haber echado a perder la<br />
eternidad verdadera, el hombre ha caído en<br />
el tiempo, ha logrado, si no prosperar, por lo<br />
menos vivir; lo cierto es que se ha<br />
acostumbrado. <strong>El</strong> proceso de esta caída y de<br />
ese acomodo reciben el nombre de Historia.”<br />
Como sostiene Fernando Savater, en su<br />
polémica tesis doctoral:<br />
“<strong>El</strong> problema fundamental que la<br />
Historia presenta es el de nuestra ubicación<br />
en el tiempo; las teorías de la Historia sòlo<br />
tratan de resolver ese punto concreto y su<br />
corolario inmediato: què hacer?”<br />
<strong>El</strong> tiempo, en consecuencia, està ligado<br />
umbilicalmente a la comisión de actos, sean<br />
estos capitales o vulgares. Asì, conectando<br />
estas especulaciones con las divagaciones<br />
del Génesis, tenemos que “el primer acto<br />
que Adán comete es, justamente el pecado<br />
que le expulsa de su gratuita<br />
bienaventuranza.”<br />
Porque, una vez que el hombre sufre la<br />
evicción del Paraíso<br />
“...se dedicó a llenarlo, a construir en èl<br />
torres de Babel; una serie de movimientos y<br />
acciones que constituyen, a la vez, su<br />
salvación provisional y su perdición<br />
definitiva”.<br />
De tal modo, el hombre renuncia a la<br />
muchas veces milenaria sabia lección de<br />
vivir en íntima comunión con la naturaleza<br />
y se entrega, con demònico ardor, a la<br />
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satisfacción del apetito de poder que recibe<br />
el nombre de Historia. Porque, què es si no<br />
una dislocación cuando alguien dice:<br />
“Prefiero tal régimen político, tal sistema a<br />
tal otro”. Serìa màs honesto decir:<br />
...”Prefiero tal policía a tal otra. Pues la<br />
Historia, en efecto, se reduce a una<br />
clasificación de policías; porque de què trata<br />
el historiador si no de la concepción del<br />
gendarme que se ha hecho el hombre a<br />
través de los tiempos?”<br />
En el espíritu de la anterior afirmación<br />
se observa una aire ácrata, disidente y hasta<br />
escéptico con respecto a esa “carnicería en<br />
marcha del espíritu” llamada Historia. Pues,<br />
todos los regímenes nos perdona robar,<br />
asesinar, violar, cometer las màs<br />
espeluznantes fechorías, en fin; se es<br />
indulgente con nosotros, siempre que nos<br />
apeguemos al fruto del acto. Se nos permite<br />
–en palabras de Cioran- caer en el tiempo,<br />
pero se nos prohíbe caer del tiempo. O sea,<br />
salirnos de la Historia. Sin embargo<br />
“Inminente o no, esta caída es posible,<br />
mejor dicho, inevitable. Cuando le toque al<br />
hombre, èste dejará de ser un animal<br />
histórico.”<br />
Al comienzo de este capítulo dijimos<br />
que la Academia nos habìa vendido la<br />
baratija de que la Historia tiene un sentido<br />
(o varios) Veamos què nos dice Cioran al<br />
respecto:<br />
“Un genio maléfico preside los destinos<br />
de la Historia; es evidente que ésta no tiene<br />
objetivo, pero se halla marcada por una<br />
fatalidad que la suple y que le confiere al<br />
devenir una apariencia de necesidad. Esta<br />
fatalidad, y sòlo ella, es lo que permite<br />
hablar sin ridículo de una lógica de la<br />
Historia”.<br />
Iracundos ataques como èste son los<br />
anatemas que profiere Cioran contra la<br />
Filosofía de la Historia y, sobre todo, contra<br />
las concepciones escatológicas,<br />
“reaccionarias” o “revolucionarias”<br />
indistintamente. Es que para este<br />
propagandista de la abulia universal, la<br />
Historia no es otra cosa que una “cadena de<br />
acontecimientos interminables con sus<br />
idolatrías inherentes”. Y con relación a la