Elementos nº 49. CIORAN - El Manifiesto
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en los dos sentidos de la palabra. Sobre todo,<br />
porque no soportaríamos hipotecar lo<br />
insoportable sin la obsesión de la certeza de<br />
“una nueva tierra”. Quien tenga dudas es<br />
porque seguramente no ha degustado las<br />
mieles de la indigencia.<br />
Mientras màs se revuelca uno en la<br />
miseria, màs nos abocamos a la empresa de<br />
reformar todo, tanto con el pensamiento<br />
como a través de la acciòn. O sea, mientras<br />
màs desprovistos està uno de todo, màs<br />
ganas nos da de gritar a todo pulmón la<br />
frase lapidaria de Cioran: ...”el aire es<br />
irritante: ¡que cambie! Y tambièn la piedra. Y<br />
el vegetal, y el hombre.”<br />
Tal pareciera ser la consigna de quien se<br />
aboca a las virtudes y prestigios de la utopía.<br />
Querer poseerlo todo es entregarse a la<br />
embriaguez que proporcionan los alcoholes<br />
de la ilusión, es decir, de la utopía.<br />
Recuérdese que son los indigentes, su delirio<br />
para decirlo con màs precisión, quienes<br />
entregados a los relentes de la utopía son la<br />
fuente de los acaecimientos llamados<br />
històricos; sin ellos, estamos seguros, jamás<br />
se hubiese concebido una utopía.<br />
Es en razón de ellos, o mejor dicho,<br />
gracias a ellos que podemos pasearnos por<br />
las boberías contenidas en las utopías de un<br />
Tomàs Moro, Charles Fourier, Campanella o<br />
cualquier otro utopista de talla menor.<br />
Veamos la opinión de Cioran respecto<br />
de los atractivos de la utopía:<br />
“<strong>El</strong> delirio de los indigentes es<br />
generador de acontecimientos, fuente de<br />
Historia: una turba de enfebrecidos quieren<br />
otro mundo aquì abajo y para pronto. Son<br />
ellos los que inspiran las utopías, es a causa<br />
de ellos que se escriben. Pero recordemos<br />
que utopía significa ninguna parte.”<br />
Valdría la pena detenerse un poco a<br />
intentar conocer la procedencia de esas<br />
ciudades doradas, llenas hasta el vómito de<br />
una felicidad inabarcable; donde cada gesto<br />
de bondad parece un ataque de vértigo<br />
Donde el mal es totalmente<br />
desconocido y los habitantes de esas<br />
inmensas prisiones estàn exentos de hastío.<br />
No dudamos en atribuirles un origen<br />
telúrico-històrico: son producto de la<br />
endemoniada pesadilla racionalista, de la<br />
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idolatría de esa “prostituta universal”<br />
llamada ciencia, y de sus sucedáneos.<br />
Por otra parte, el hombre no cesa de<br />
diseñar utopías, mundos perfectos; inclusive<br />
se lanza a sus insondables abismos con màs<br />
vehemencia que la imaginable en la<br />
confección de un Apocalipsis. Es màs, èste<br />
ùltimo no es tan peligroso como la utopía;<br />
pues las propiedades de la utopía son<br />
sobradamente conocidas: “Hace soñar,<br />
emborracha a los pueblos; engendrando en<br />
ellos falsas expectativas, exagera sus<br />
reacciones; encona sus antiguas llagas, los<br />
atormenta inútilmente conduciéndolos al<br />
delirio de la grandeza o al de la persecución;<br />
hace en fin, a las naciones amargas, vanas e<br />
insoportables (...) Otro tanto sucede con el<br />
hombre, ...”esa experiencia macabra, ese<br />
himno destruido, arrogante, incapaz de<br />
humillarse ante la densidad de su vacío; ese<br />
plagio de carne que se hace sentir a través<br />
de la Historia siempre renovada, el cuento<br />
del supuesto ascenso del género cristalizado<br />
en sapiens totalmente devaluado, el cual ha<br />
construido un pedestal de mentiras con la<br />
justificación del Progreso.”<br />
Habría que buscar, en consecuencia, la<br />
certeza de la utopía y de su hacedor en “el<br />
futuro manifiesto de la descomposición que<br />
busca la salida emergente en los huesos y la<br />
podredumbre.”<br />
Las reflexiones del escritor sobre la<br />
utopía son màs bien ejercicios de<br />
antiutopìas, son la màs viva herejía de un<br />
escéptico maldito al cual no le encandilan ni<br />
las utopías cristianas ni las utopías<br />
ateològicas. Con respecto a las primeras nos<br />
dice:<br />
“<strong>El</strong> cristianismo vino a remover en el<br />
hombre su propensión a la esperanza y a la<br />
autoconmisceraciòn, a la violencia y al<br />
libertinaje (penitencia y desenfreno,<br />
remordimiento y lujuria, son dos caras de<br />
una misma moneda) y temor a la muerte”.<br />
Cioran siente asco por los destinos<br />
religiosos, no asì por aquellos espíritus<br />
impregnados de una cierta religiosidad sin<br />
religión, la espera mesiánica y la particular<br />
obsesión en su destino que se cumpliría<br />
segùn la profecía que postula una<br />
humanidad liberada de la justicia, de la