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Elementos nº 49. CIORAN - El Manifiesto

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Rumanía en la espiral de la historia. ¿Y eso<br />

cómo se hace? Identificando una misión<br />

histórica. ¿Cuál? Digámoslo pronto y con<br />

todos los alamares: siendo el nuevo hegemón<br />

de los Balcanes. Así es como se cierra el<br />

famoso libro.<br />

De hecho, Cioran ya había apuntado<br />

antes ese destino para Rumanía, pero ahora<br />

lo dice con todas las palabras y con total<br />

claridad. De todas las naciones que<br />

constituyen los Balcanes (todas ellas<br />

secundarias) ninguna se muestra mayor<br />

candidata a eso que Rumanía: “<strong>El</strong> futuro de<br />

Rumanía me parecería insulso, superfluo,<br />

estúpido, si ella no se definiese como la<br />

única realidad política y espiritual de todo el<br />

Sureste europeo”. <strong>El</strong> balcanismo en sí ha<br />

sido una perpetua desgracia, su identidad<br />

no ha sido otra que la continua sumisión, y<br />

el único Mesías que podría cambiar este<br />

rumbo sería Rumanía al imponer su<br />

hegemonía y transformación. Es decir, y<br />

aunque no aparezca el término, se trataría<br />

de sustituir el balcanismo por el rumanismo y<br />

de hacer de Bucarest una nueva<br />

Constantinopla.<br />

Con esta sugestión se estimularía ese<br />

salto necesario para entrar en la historia.<br />

Salto con dos fases. Primera, un<br />

nacionalismo colectivista cristalizaría a<br />

Rumanía como verdadera nación, y,<br />

segunda, un élan hegemonista que pusiera<br />

en crisis la zona la haría protagonista de un<br />

destino histórico (la pieza dorada que Cioran<br />

no ha dejado de anhelar). Es necesario que<br />

semejante sugestión avance hacia su<br />

ejecución, es decir: “La nueva<br />

Constantinopla no debe ser para nosotros un<br />

objeto de ensoñación política, sino un<br />

objetivo a perseguir día tras día con una<br />

pasión dramática”. He aquí lo que<br />

constituiría la verdadera transfiguración de<br />

Rumanía. Cioran dixit.<br />

IV – De la intensidad a la cautela y el<br />

desistimiento<br />

A partir de setiembre de 1937 Cioran se<br />

va a París con una beca de doctorado y<br />

entonces se abre en su vida un periodo que<br />

ha quedado un tanto borroso en lo que se<br />

refiere a su actividad política. Aparte de<br />

publicar en Rumanía <strong>El</strong> crepúsculo del<br />

pensamiento en 1940, no se sabe cuántas<br />

65<br />

veces vuelve a Rumanía ni por cuánto<br />

tiempo. Sí se sabe, en cambio, que en otoño<br />

de 1940 está en Bucarest, y que la estancia<br />

dura hasta finales de febrero de 1941 en que<br />

de nuevo marcha a París para no volver ya<br />

nunca. <strong>El</strong> propio Cioran ha velado en sus<br />

declaraciones sus andanzas por estos años.<br />

En cualquier caso, estamos en disposición de<br />

poder afirmar que hasta el verano de 1941<br />

las convicciones y adhesiones de Cioran<br />

siguen siendo las mismas: claramente<br />

fascistas.<br />

Desde París sigue enviando artículos a<br />

Vremea, Cuvântul e Inalterea donde<br />

manifiesta la tónica mantenida en los años<br />

anteriores. Basta con consultar artículos<br />

como “Entre la conciencia europea y la<br />

conciencia nacional”, de diciembre de 1937,<br />

“La quimera de la acción”, de finales de<br />

1940, o “Transilvania, Prusia de Rumanía”,<br />

de enero de 1941. Pero, de entre todos los<br />

documentos de esta época, el que sobresale<br />

y confirma que Cioran sigue en las mismas<br />

en su famoso escrito aparecido el día de<br />

navidad de 1940 (¡nada menos que 1940!).<br />

Previamente había sido radiodifundido en<br />

noviembre. Se trata de “<strong>El</strong> perfil interior del<br />

Capitán”. En él, en un tono premesiánico<br />

Cioran recuerda y diagnostica de nuevo la<br />

postración de Rumanía: “Antes de Corneliu<br />

Codreanu, Rumanía era una especie de<br />

Sáhara poblado. Los que se encontraban<br />

entre su cielo y su tierra no tenían nada en<br />

su interior salvo la espera. Alguien debía<br />

venir. Todos deambulábamos a través de<br />

este desierto incapaces de cualquier cosa.<br />

Incluso el desprecio nos parecía un esfuerzo.<br />

No podíamos considerar nuestro país más<br />

que bajo un ángulo negativo. Si en nuestros<br />

momentos más locos aparecía la esperanza<br />

la justificábamos como un buen chiste.<br />

Rumanía no era ya más que un buen chiste.<br />

Este pobre país era una extensa pausa entre<br />

un comienzo sin grandeza y un vago futuro.<br />

En nosotros el futuro gemía”.<br />

He ahí la ciénaga, la oscuridad, la<br />

inmensa astenia, el páramo desolado, el<br />

status quo vergonzante. Pero, de pronto,<br />

Cioran anuncia la presencia del redentor, y<br />

no sólo eso, además lo teologiza: “Sin<br />

embargo, el futuro en él hervía. Él, él ha sido<br />

quien ha roto el dulce silencio de nuestra<br />

existencia y nos ha obligado a ser. Las

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