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Elementos nº 49. CIORAN - El Manifiesto

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que trata sobre la famosa noche de los<br />

cuchillos largos, Cioran se sumerge tanto en el<br />

élan nazi que cuando habla de la citada<br />

noche parece que le fuera la vida en ello en<br />

tanto que fiel adepto a Hitler, tanto que deja<br />

de lado su individualidad, su extranjería, su<br />

rumanidad, y se inserta en un “nosotros”<br />

epileptoide que no deja de llamar la<br />

atención.<br />

Aunque ya sea una cita tópica, no nos<br />

resistimos a reproducirla como testimonio<br />

de su adhesión sin fisuras: “Ningún hombre<br />

político en el mundo actual me inspira tanta<br />

simpatía y admiración como Hitler. Hay<br />

algo de irresistible en el destino de este<br />

hombre para el que cualquier acto de la vida<br />

no adquiere significación más que por su<br />

participación simbólica en el destino<br />

histórico de una nación. Hitler es un hombre<br />

que no tiene lo que se denomina vida<br />

privada. Desde la guerra, su vida es<br />

renuncia y sacrificio. <strong>El</strong> estilo de vida de un<br />

hombre político no adquiere profundidad<br />

más que cuando el deseo de poder y la<br />

voluntad imperialista de conquista se<br />

acompañan de una gran capacidad de<br />

renuncia”.<br />

Además, cuando se leen los artículos<br />

alemanes también se despeja el tópico de<br />

que Cioran sólo admiraba a Hitler y no al<br />

nacionalsocialismo. Cioran admira todo: a<br />

Hitler, a los nazis y al pueblo alemán… por<br />

tener el destino que tienen. Veamos si no:<br />

“Si yo amo algo en los hitlerianos es el culto<br />

de lo irracional, la exaltación de la vitalidad<br />

como tal, la expansión viril de las fuerzas sin<br />

espíritu crítico, sin reserva y sin control. <strong>El</strong><br />

vitalismo constituye la implicación filosófica<br />

del hitlerismo”. Dicho sea de paso,<br />

recuérdese la anterior alusión a la<br />

emasculación. Y con respecto a los alemanes:<br />

“<strong>El</strong>los están tan imbuidos de sí mismos que<br />

encontrarían natural que todos los otros<br />

pueblos renunciasen a sus territorios para<br />

ofrecérserlos. Yo no puedo dejar de admirar<br />

este orgullo infinito e inadmisible”.<br />

Con relación al otro tema importante, su<br />

Rumanía, se ha de decir que todo lo que<br />

aparece en los artículos referido a su país<br />

constituye parte del laboratorio de su obra<br />

La transfiguración de Rumanía. A veces,<br />

incluso son simples muestras de lo que<br />

posiblemente ya llevara escrito del libro. De<br />

hecho, La transfiguración aparecerá publicada<br />

a finales de 1936, y reeditada en 1941 (otra<br />

vez esa fecha fatídica y enigmática). Sea lo<br />

que sea, podemos observar dos fenómenos<br />

en los escritos cortos: primero, la más<br />

despiadada crítica sobre el lamentable<br />

estado de Rumanía, y, segundo, una especie<br />

de protoproyecto de cambio, que finalmente<br />

se bautizará con el bíblico nombre de<br />

transfiguración.<br />

Así, en “La problemática ética de<br />

Alemania”, de enero de 1934, se ceba con los<br />

rumanos de la siguiente manera: “La<br />

mezquindad de la forma rumana de vida se<br />

revela integralmente. La indiferencia y la<br />

pasividad humana han vuelto imposible<br />

toda tentativa de participación humana; al<br />

capricho se le llama individualismo; a la<br />

superficialidad, inteligencia; al escepticismo<br />

vulgar, humanismo; al dejarse ir indolente,<br />

bondad; y así sucesivamente (…) Rumanía<br />

es un país desprovisto de ethos heroico”.<br />

Así, en su visión, Rumanía aparece no<br />

sólo repleta de miseria, sino también de<br />

hastiados y decadentes, de anémicos<br />

espirituales, de descreídos de cualquier<br />

misión. Habría que hacer, pues, algo con<br />

Rumanía, habría que ¡sacudirla!, exclama<br />

Cioran. Forzarla a creer, deshacerse de esa<br />

malaria de diletantes del vacío y de la mala<br />

suerte. Habría que infestarla de deseo y de<br />

voluntad de poder. Habría que acabar con<br />

su heterogeneidad y dotarla de consistencia.<br />

Y en esta tarea, escribe Cioran, habría<br />

una ventaja y un inconveniente a la vez: el<br />

adanismo. Es decir, habría que partir de cero,<br />

porque Rumanía no ha sido nunca nada,<br />

sólo una cultura secundaria y periférica, un<br />

pueblo que acaba de constituirse en nación y<br />

con un estado incalificable. Para semejante<br />

tarea no estarían convocados los<br />

pusilánimes ni los dubitativos, no, habría<br />

que entregarla más bien a los fanáticos:<br />

“Confiada a fanáticos visionarios, exaltados<br />

y locos, Rumanía podría sorprender al<br />

mundo, yo estoy absolutamente persuadido<br />

de ello. ¡Qué país podría ser Rumanía si las<br />

gentes fueran no solamente lúcidas, sino<br />

también fanáticas!”.<br />

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