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Scherzo. Núm. 66

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DOSIERLa música en el siglo XVIIIMuy pocas épocas han estado tan marcadas y condicionadasen su desarrollo musical por el patronazgoreal como el siglo XVIII. La vida musical giraráen tomo al monarca y su corte, que tendrásu sede habitual en el Palacio Real convirtiéndosela ciudad de Madrid en centro neurálgico de capital importanciapara su época.La muerte del rey Carlos II sin descendencia directa y elnombramiento de Felipe de Anjou como su sucesor, cambiodinástico Austrias-Borbones. favoreció un clima de inestabilidady polémica que marcarla el desarrollo artístico-cuftural yespecialmente el musical de las primeras décadas de ese siglo.Carlos I! habla dejado su Real Capilla en un estado total debancarrota y confusión. Las deudas establecidas con la prácticatotalidad de los músicos se remontaban a más de una década,situación que había favorecido el desarrollo de todo tipo depluriempleos paralelos, como asistencia a fiestas particulares,religiosas, clases, concurrencia a funerales y un largo etcétera,que permitían a estos «criados de su Magestad» unos ingresosextraordinarios que garantizasen una subsistencia decorosa. Apesar de las inestables condiciones económicas, la aspiraciónde muchos músicos era llegar a formar parte de esta capillapor el prestigio que adquirían y porque les permitía residir enMadrid y acceder, consecuentemente, a un entorno social ylaboral más amplio.El programa público del nuevo rey, Felipe V, intentó paliarno sólo estas deficiencias, sino ante todo estructurar el funcionamientode su capilla y por tanto de la actividad musical y delos músicos, de acuerdo con un proyecto que tuviera validezademás de para el momento presente, especialmente para elfuturo. Estableció la llamada «reforma de la planta de 1701»,que supuso la fijación del número de músicos que debía existirpor instrumento y voz en la capilla, de sus obligaciones, sistemade acceso, asi como de la adjudicación de unas rentas fijase inamovibles que paliaran las injustas diferencias establecidasen el período anterior. Para llevar a cabo tan importanteproyecto dotó a la Real Capilla de unas rentas estables quepermitieran, sin demora, retribuir a los músicos su salano, garantizandode esta manera un perfecto funcionamiento.Tan válido proyecto sólo fue aplicado en una mínima partede sus contenidos. La inestabilidad política y las sucesivas guerrasa las que tuvo que hacer frente Felipe V para legitimar yconservar su trono, obligaron a utilizar en sucesivas ocasioneslas rentas adjudicadas a esta capilla, repitiéndose con el pasode los años una situación muy similar a la que habían padecidolos músicos en tiempos del último Austria.El siglo XVIII será sin lugar a dudas el siglo de las reformasen tomo a esta institución, reformas que siempre serán tardíasen cuanto a su aplicación y pobres en cuanto a sus contenidosya que no mejoraran las condiciones sociales de los músicos.La participación de Sebastián Durón, el primer maestro dela Real Capilla nombrado por Felipe V en 1701, en los acontecimientospolíticos en tomo a la sucesión de la corona, declarándosepartídiano del archiduque de Austria, añadirán unnuevo elemento de inestabilidad. El exilio de Durón, que comenzaríaen octubre de 1706 y su probable asentamiento enFrancia desde el siguiente año, dejaron en un estado de desamparoa la Real Capilla que tuvo que contentarse con el gobiernode maestros interinos de escasa valía, como un BartoloméJimeno o un Mateo Cabrer. Felipe V por razones quetodavía desconocemos, esperó rigurosamente la muerte deJKÍSCHERZOEn tomo a la Real CapillaDurón, acontecida el 3 de agosto de 1716 en Cambo les Bains,para iniciar de nuevo el proceso de selección y adjudicacióndel puesto de maestro oficial de su capilla, nombramiento querecaería, en 1718, en ese músico madrileño, todavía escasamentevalorado, que sería José de Torres y Martínez Bravo'.Torres pudo y debió ser el maestro que permitiese una estabilidadgubernativa a la Real Capilla. Formado en el más severoescolasticismo, conocía y practicaba, sin embargo, losadelantos que en la música se habían ido introduciendo mercedal desarrollo de la práctica italiana. Fundador de una sóliday novedosa imprento de Músico, que se asentaría en el viejoMadrid, uniría a sus facetas administrativas y artísticas la sabiadirección de una empresa que a pesar del monopolio que adquirió,tuvo el acierto de publicar todo aquello que en materiateórica ejerció una mayor influencia en el pensamiento musicalde la primera müad del siglo XVIII.En el año 1721 Felipe V, fuertemente condicionado por susdesequilibrios emocionales, decidió prolongar sus estancias enla Granja de San Ildefonso, creando una segunda residenciaoficial estable, en la que a imitación de la primera organizaríauna Real Capilla, dirigida en esta ocasión y a petición de la reinaIsabel de Famesio, por el italiano Phelipe Falconi 1 . La existenciade esta segunda capilla se limitaría a los años 1721-1724, siendo posteriormente absorbida por la capilla de Madrid,que quedaría simultáneamente gobernada por el rtalianoPhelipe Falconi y por el músico madnleño José de Torres, hastael año 1738, fecha de la defunción de ambos músicos.El curioso magisterio Torres-Falco ni se vería reemplazadopor el nombramiento del músico francés italianizado, FrancescoCourcelle o Corselli en 1738, marcando durante 40 añosel desarrollo de esta capilla y decantando el gusto de la monarquíaborbónica hacia la música italiana.La llegada a España de músicos italianos que tímidamente sehabía empezado a sentir en las últimas décadas del siglo XVII,comenzará en el XVIII a ser mas significativa. No sólo serán italianosios maestros de la Real Capilla, sino que los instrumentistasde cuerda, fundamentalmente violines y violones serán tambiénitalianos. Frente a los españoles, los músicos italianos decuerda aportarán una mejor técnica instrumental y unos instrumentosmejor fabricados, habida cuenta de la tradición de Jutierque existía en su país. Por otra parte España resultaba especialmenteatractiva para los intereses profesionales de los italianos,que encontraban en nuestro país una mejor remuneracióneconómica si se dedicaban al ámbito de la música religiosa, yuna considerable oferta con muy poca competencia, si su actividadse centraba en el mundo de la música teatral.La estancia en Madrid del costrato Farinelli, Cario Broschi(desde 1737), contratado por la reina Isabel de Famesio paraaliviar los estados de melancolía de Felipe V, o la instalación decompañías de ópera italianas, no serán más que las consecuenciasnaturales de un proceso imparable que había sido favorecidopor la política musical borbónica. Madrid se convirtió enuna dudad importante en el circuito de las compañías italianasque hacían su gira por Europa. En una ciudad alia moda, cosmopolita,especialmente en la primera mitad de siglo. Junto a lamúsica española se escuchaban los últimos logros del arte rtaliano,sin olvidar las danzas de salón francesas o los nuevos bailesde carácter popular importados de la América colonizada.Ahora bien la polémica entre los músicos conse/vodores ylos italianizantes estaba servida. Mientras que la mayor partede las actividades lúdicas, entiéndase música de cámara y re-

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