DOSIEREl sinfonismo en la época dela restauraciónIncansable en su actividad durante un cuarto de siglo,celebraba la Orquesta Sinfónica de Madnd en la primaverade 1928 sus bodas de plata. Había adelantadosu acostumbrada serie de conciertos a los mesesde enero y febrero pues su director, el maestro FernándezArbós, tenia que dirigir en los Estados Unidos. Ya devuelta don Enrique, el 17 de abril, tras una misa en San Franciscoel Grande, se reunieron los socios con músicos y representantesde entidades musicales de toda España «en fraternalbanquete». Cuando Arbós estaba en pleno discurso, y a pesarde que la orquesta era una sociedad privada, fue «recibidopor una formidable ovación» nada menos que el Presidentedel Consejo de Ministros, Sr. Marqués de Estella, Don MiguelPrimo de Rivera, en el declive de la Dictadura, se había creídoen el deber de alentar a quienes «tal alto ponen al nombre dela patna» y, naturalmente, les prometió«ayuda en todo lo que seaposible» y les dio muchos ánimos«en ésta su labor de cultura»... (Yapodemos extraer dos conclusiones,no sé si un poco aviesas: quetanto los banquetes anuales de losSinfónicos madrileños como laspromesas y demás pitos ffoutos delos políticos vienen de muy atrás.Todo se hereda.)Al final del año siguiente, la Orquestaeditó un «folleto histórico»con el título de Veintisiete años delabor musical (Madrid, ImprentaParís, 3-XII-I929), en el que haciaun resumen de su historia y publicabauna antología de críticas y escritosgeneralmente encomiásticos.Daba también cifras y relacionesde conciertos, de sitios donde secelebraron y de obras estrenadas.Habían interpretado 331 conciertosen Madrid, y 1.027 en provinciasy extranjero: en total 1.358conciertos. Y habían presentadoen ellos 281 obras en estreno oprimera audición, 190 de autoresextranjeros (tanto antiguos comomodernos), y 91 de autores españoles.Un largo artículo de Adolfo0. Enrique Fernández ArbásSalazar en B Sol, bajo el significativotítulo de «La Orquesta Sinfónica, factor de la cultura instrumentalen España», glosaba con su acostumbrada inteligenciaesta relación que aquí, en el «folleto histórico», no pasaba deunas asépticas listas alfabéticas de autores: Aula, Albéniz, Arbós,Arregui. Aroca, Barrios, Bretón (T,) T Bretón (A.), Briones,Calés, del Campo, Cassadó, Espía. Falla, Francés, Garreta. Guridi,Granados (Enrique), Granados (Eduardo), Halffter (E.),Isasi, Lamote de Grignon, López Chavarri, López Roberts, Manen,Manrique de Lara, Manzanares, Morales, Moreno Torroba.Morera, Palau, Pérez Casas, Sarda, Saco del Valle, Soro,San Sebastián (P. Donostia), Sorozábal. Tellerfa, Turina, Usandizaga.Vega, Villar, de la Viña, Zamacois...A esta impresionante labor habría que añadir la de sus antecesoresde la Sociedad de Conciertos de Madrid (1867-1903) durante los 36 años de su existencia (véase el catálogode obras españolas publicado por R Sobrino en el AnuarioMusical de 1990), y la de las otras orquestas madrileñas quetanto en el siglo XIX (Unión Artístico Musical, por ejemplo)como el XX existieron y existían por esas fechas (la Filarmónicade Madrid, por ejemplo, fundada en 1915 y que ha llegadohasta nuestros días). Todo ello puso a Madrid, y a toda Españapor contagia, en la onda sinfónica europea, construyó un público(raquítico, insuficiente, pero que antes no existía) e indujoa ciertos compositores españoles a transitar por nuevos caminos:puso los cimientos, pues, de la modernidad sinfónica enEspaña.Del tal manera que, preguntadouno de los músicos más prestigiososde la época, don RicardoStrauss, por las impresiones artísticasmás gratas que había tenidoen España, respondió a Ángel MaríaCastell, crítico musical de ABClo siguiente: «Contemplar la Alhambra,estudiar Sevilla, visitar elMuseo del Prado y dirigir la OrquestaSinfónica». (También habíadirigido sus obras, muy joven aún,a la Sociedad de Conciertos). Ycontribuyó decisivamente a ese renacimientode la música españolaque, mucho antes que los propiosespañoles, reconocieron y estudiaronlos músicos franceses, con elmismísimo Debussy en fundonesde cronista musical a la cabeza.Léase, si no, la reseña que escribiópara Lo Revue Musicak, de la SociedadInternacional de Música, elI de diciembre de 1913 a raíz deun concierto «de música españolatocada por verdaderos españoles»,es decir, los sinfónicos y Arbós:«Para muchos fue casi unarevelación».Todo ello, sin embargo, estabaedificado sobre bases privadas,voluntaristas y frágiles, y el Estado como tal, así como la sociedadespañola en su conjunto, se benefició ampliamente, sinpagar lo que hubiera sido justo, de un triple sacrificío perfectamenteindividualizable: el de algunos compositores españoles,que apenas recogían más frutos de su labor que el de la gloria(si tnunfaban, cosa que, lógicamente, no siempre ocurría); elde los intérpretes de atril, cuya remuneración era escasa, inclusocuando el público llenaba sus conciertos, y siempre complementariade otras actividades más nutritivos; y el de los directivosy organizadores, que vivían su labor, dejando aparte la130 SCHERZO
MADRIDposible confirmación de uncierto encaramamlento social,más como un apostolado quecomo una profesión.El problema que deseoplantear no estriba, al menosen este momento, en dilucidarqué compositores y con quéobras lograron poner a la músicaespañola en niveles sinfónicosparangonabas con loseuropeos. Ni en enjuiciar lasluchas generacionales, las enconadaspolémicas entre renovadoresy tradicionalistas, lastensiones entre Madrid y otrosfocos de consumo musical...Las polémicas aireadas en losprimeros números de la revistaMúsica, en Arte Musical y otraspublicaciones a lo largo de1917, leídas ahora, nos confirmanque el prestigio internacionalde la música española conseguidoen las tres primerasdécadas de nuestro siglo lo habíanlogrado no los músicosque se sentían herederos deAmeta, Gaztambide y Barbieri,sucedidos luego por Chapi,Bretón, Emilio Serrano, FelipePedrell, Antonio Nicolau... yahora representados por Jiménez,Vives, Lleó, José Serrano«y otros que continúan haciendoarte popular sano / fecundo»(era la tesis de JulioGómez, crecido por el éxitode la Suite en la, en sus declaracionesa El liberal); sino graciasa Aíbéniz, Granados, Manen,Falla. Esplá, Tunna, Casas,del Campo... (tesis de Rogeliodel Villar, entonces más progresistaque unos pocos añosdespués), es decir, el grupo delos técnicos, el más insistenteen lo sinfónico. Pero ése no es \ahora el asunto, sino el de las —•——— -—precarias condiciones en quenuestro sinfonismo había nacido y,sin cuya valoración, son injustas e inútiles las comparacionescon lo que se hacía al respecto en los focos europeos másprestigiosos.Algunos datos económicos, casi nunca aireados cuando dehistoria musical contemporánea se trata, nos dibujan un panoramaligeramente menos triunfalista, aunque seguramente másreal. Y me sigo preguntando, entre paréntesis, por las causasde esa penuria en la cuantificación de los costos de la músicaespañola más reciente, como si nuestros músicos hubiesen vividodel aire y tuvieran que darse por contentos por el merohecho de dedicarse o una profesión tan bonita: es opinión quetodavía hemos podido escuchar en negociaciones profesionalescon diversos Ministerios educativos o culturales de los últimosaños... Debe ser también porque los musicólogos, tan aficionadoscomo somos a consignar los ducados, maravedises oCIRCO DEL PRÍNCIPE ALFONSO.CUARTO CONCIERTOITlit LA SiilED.1I> DE PROFESOHES BAJO !,A DIHECCION OELSEÑOR BARBIERI.KL DOMINGO 22 DE MARZO DEEsto concierto ser i honrado con la presencia deSS. MM. Y A.PBOOHA MA].* Ovnrtura ile la ópera rusa titulad» Rutilang Lindiuilta•¿.' Edita, sinfonía compuesta T dedicada nesta Sociedad por(¡MKKA.HM.AHT.3° FanUsía sobre motivos de La Soaámitíla, BELUM.compuesta y ejecutada en el contrabajopor elSR. BOTTESINI.Descanso de quilico minino*;.4.' Primer Atidanie y Allegro de la 3.' sinfonía,obra 56MEUPEI.'ÍSOHJ.' Vietcc "«• troppo, de Ídem ÍDEM.ti.' Adagio, de iiiemI»EJI.".' Allegro fliml, de ídemIDEH.Pesca nao de quince m mulos8.' Andante y variaciones del Cantaral deTetieciá, por el SIÜ.T tíuiesini BOTTESIMü."Allegrrííusiierzanio, ilelasinfonífte:) Fa. BEETHOVSN.11). Overturn de Der Fregithvtz WEBER-A L4S DOS EN PUNTO DE LA TARDE.INDICACIÓN IMPORTANTE.lín los conciertos anteriores se lia notado,que durantela, ijccuciou musical, se hallaba el publico generalmenteuiolestndo por el denso liumo ile fósforo y de cigarro quellenaba el lopiil ilel Circo. Esta molestia podria no t«nerlu¡;¡ir en adeliintc, si loa calmlleras fuuiadureii se tligmr;.n,por su propia voluntad y i'unieuieiiciii. fumnr tan soloi'ii los pasillos l'uüra de las locnlidoiirs y durante los Dnruaio'\mam:dos en el programa, en los cuales pueden sinperjuicio abrirse lua ven timas ¡>ar:i renovar el aire.Klr OM IKHTU ol 1 )oiiiiiiL'o ?J deJAarui.reales de vellón que ganabacualquier oscuro maestro decapilla del barroco, aún estamosaterrizando en el estudiodel presente o de nuestro pasadomás inmediato. Y prosi-go-Es dato bien requetesabidoel de que los compositores españoles,en la época que estudiamos,sólo tenían dos víaspara ganarse la vida de unamanera estable: ingresar en lafunción pública o triunfar en elteatro. Y decir teatro es decirzarzuela, en cualquiera de susvanantes, o los menos prestigiososespectáculos que lleganhasta las variedades. Sin embargo,en varios momentos dela época de la Restauración losconciertos sinfónicos madrileñosestuvieron tan de modaque los jóvenes músicos españoles,en vez de intentar laconquista de la fama sólo enel teatro o en la canción, escogieron«el sendero más arduo,la senda más pura» del génerosinfónico, como advirtió MatildeMuñoz en el segundo númerode la revista Música (15de enero de 1917). Partía deldato, verdaderamente llamativo,de las 75 obras sinfónicasque se habían presentado alconcurso de Bellas Artes.Conrado del Campo, pocodespués, aludía también a esaabundancia y la reíativa facilidadde estrenar, pero, en lamayoría de los casos, dedujocon clarividencia que eran meras«apariencias». Adolfo Salazar,siempre enjundioso, y trasenumerar los hechos evidentes(Sociedad Filarmónica. So-/ ciedad Nacional, Amigos de laMúsica, Orquesta Sinfónica, Filarmónica,del Centro de Hijosde Madrid, de Instrumentos españoles,Banda Municipal...), anotaba en la Revisto Musical Hispano-Amencana(octubre de 1917) que los problemas de fondoseguían sin resolver las carencias de la edición musical, la bajísimarecaudación de los derechos de autor (salvo en lo teatral),la escasa protección oficial...La música sinfónica, como afirmaba con gracia Joaquín Turina,daba en el mejor de los casos glona y prestigio, pero, ¿quées la gloria? «La respuesta es terrible y demoledora: el éxito secompone de una parte agradable, formada por los centenaresde personas que aplauden, con una duración aproximada dedos a tres minutos; por los cariñosos adjetivos de la crítica,que duran veinticuatro horas justas; y de una contraparte desagradableproducida por la envidia y otras alimañas que, porlo menos, dura varios años». (Música, I de septiembre de1917). De dineros, ni se habla; ¿para qué?SCHERZO 131