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Scherzo. Núm. 66

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DISCOSESTUDIO DISCOGRAFICOSe dice pronto: 31 arias de tenor (algunascon sus recitativos previos ointermedios y/o seguidas de cabalettas)de Verdi, situadas por orden cronológico,que constituyen una resumidahistoria de la evolución, enriquecimientoy estilización de la obra del músico italiano.Están representadas todas las óperasexcepto la tercera, Nabucco, que es laúnica que no tiene un solo para estacuerda. Desde los primeros frutos querecreaban, con ligeras variantes, una estéticaaún belcantista, que exigía voces aéreas,claras, fáciles, hábiles para el plausibleadorno, hasta los ú(timos, que precisabaninstrumentos corpóreos sólidos,vibrantes, anchos, dotados para la alternancialírico-dramática y las inflexionescortantes (con excepción, entre éstos,del Fenton de Falstaff, que recupera elantiguo tenor di graab), pasando por losde la segunda etapa, que requerían cantantesrománticos di (orza de los llamadosstentorei (personificados por Fraschini,el preferido del compositor) o los dela tercera, que pedían un lirismo pleno...Un verdadero recorrido a través de unespacio de 54 años, lo que, en definitiva,aparte de consignar la evolución verdiana,nos permite establecer un didácticoresumen de la práctica totalidad de lasclases de tenor existentes a lo largo delXIXLa dificultad que supone parauna sola voz acometer lapluralidad de exigencias técnicasy de estilos es clara. Lomejor que se puede decir deCario Bergonzi, elegido paraesta sumiría verdi ana, es que,dando en todo momento esetono singular que necesita laescritura del músico de Busseto,otorga también una inteligentediversidad a la extensaserie de piezas. Y eso que, enprincipio, el instrumento noposee la totalidad de las condicionesexigidas para conseguiresa plurivalencia: el timbre noes rico; el agudo carece delmordiente, luminosidad, solaridaddeseados en ciertos momentos;el colorido es un tantouniforme, monótono y nosiempre se acopla a lo que lasobras de juventud requieren... Pero, y éstees el enorme mérito del tenor, tales limitacionesquedan inmediatamente olvidadaspor la forma en que se superancon creces. Primero porque la materiaPHILIPSLa verdad de Verdivocal no es en absoluto desdeñable: oscura,muy personal, extensa, excelentementeproyectada, con perfecto manejode los resortes de la emisión y fusión deregistros, homogénea, dúctil. Es una vozde llrico-spinto no estrictamente bellapero dotada de gran atractivo, llena ypastosa en graves (ios inicios de la carrerafueron en la cuerda de barítono) ymaleable hasta convertirse en un hilo.Lo que viene favorecido por una espléndidatécnica respiratoria y un controlcasi perfecto del aliento, que facilitan asimismola obtención de un legato ejemplary una messo á voce que no se escuchaban-cuando Bergonzi comenzó sucamino artístico allá por los finales de loscuarenta- desde los tiempos de Gigli odel joven Lauri-Volpi y que únicamenteen los últimos lustros pueden hallarse enun tenor, muy distinto, como Kraus. Elitaliano protagonista de estos CD es, portanto, y así lo han reconocido los másconspicuos estudiosos, un moderno representantede aquellos tenores de finde siglo, defensor de un modo de cantar,de expresar, de decir que -en medio dela mediocridad actual, impregnada detanta ganga verista- resulta en verdaduna rara avis. Lástima que ya no cante(nació en 1924) y que por ello hayamosde contentamos sólo -aunque algo es al-go- con sus modélicas grabaciones.Y las que aquí se comentan son excelentemuestrario de ese tan alabado artebergonziano y de su probidad y honradezprofesionales tendidas, casi vocacionalmente-bien que acometió con fortunaotros tipos de repertorio-, hacia Verdi,de quien fue ilustre especialista. Supo,como señalaba acertadamente ese exigente/ acerado especialista que es RodolfoCelletti (a quien siempre hay quecrtar en casos como éste), aunar en sucanto cuatro factores fundamentales a lahora de interpretar la música del compositoritaliano: técnica, fraseo, acento, estilo.En lo relativo al segundo aspecto habríaque recordar que la escritura verdianaes probablemente una de las másricas en cuanto a signos de expresión, deintensidad, de dinámica y que Bergonziha respetado de manera obsesiva talesindicaciones para obtener esa pedida variedad,ese preciso colorido, ese juegode intensidades y de s/ümoture.No menos esencial en Verdi es la obtención-aun en páginas de incuestionabledelicadeza- de un acento con mordiente,con fierezza, de una suerte deleve énfasis que establezca las diferenciascon otros compositores anterioresy posteriores y que dote de cuerpo yentidad a la expresión. Aquí es dondeera maestro un Aureliano Pertile y dondeBergonzi nos lo hace recordar.Con este bagaje técnico y expresivono era extraño que, en efecto, el tenorde Vidalenzo -localidad cercana a Busseto-se convirtiera en elmejor verdiano de posguerray que se recurriera a élpara grabar un resumen delas arias de tenor del músico.No era ya el mejorBergonzi el que se acercabaa los micrófonos dePhilips en el otoño-inviernode 1974 (en septiembrede 1972 para Attila).Los 50 años le pesaban nopoco, aunque la maestría,el gusto, el estilo, la madurezartística resplandecíantodavía con gran fuerza.Puede comprobarse ahorade nuevo escuchando estareedición en compacto. Lapérdida de esmalte, la fatiga,la tirantez de los agudos,la mayor dificultad enla regulación sonora, la másgrande opacidad, las alteracionesen la tersura emisora, que estánahí, innegables, son contrarrestadas,también incuestionablemente, por todoun cúmulo de virtudes; de esas que fundamentanel gran arte del canto, tan80 SCHERZO

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