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Excodra XXX: La danza

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una figura monstruosa me esperaba inmóvil en la puerta del laberinto:<br />

una descomunal figura con cabeza de toro y cuerpo de hombre.<br />

Aunque parezca absurdo observé a aquella bestia detenidamente y<br />

con total frialdad. Una especie de serpiente le recorría el cuerpo desde<br />

el cuello hasta el tobillo como una inmensa vena. Avanzó unos pasos<br />

hacia mí, cojeando, y esa deformidad le confería un aspecto aún más<br />

repugnante. <strong>La</strong> mueca de su rostro se torcía igual que su cuerpo en movimiento.<br />

Ese gesto escalofriante que recuerdo tan bien, acababa en<br />

una sonrisa sardónica, cruel, terrible, que moldeaba su enorme boca. Oí<br />

entonces una voz tan ronca como dulce:<br />

―Danza, <strong>danza</strong>, maldita…<br />

En principio no entendía el significado de aquellas palabras, ni me<br />

interesaba. Me sentí totalmente abducida por la musicalidad de su timbre,<br />

fascinada por aquella figura infame, inmunda, que parecía venir<br />

del infierno pero al mismo tiempo fascinante. <strong>La</strong> sentí mía, era mi obra.<br />

Quería recrearme en su aspecto, revelar lo que había más allá de la<br />

pura apariencia, qué había de mí en él, entender por qué había creado<br />

aquel extraño ser. Lo detesté y al mismo tiempo sabía que estaba unida<br />

a ese monstruo por lazos invisibles.<br />

Descubrí el alfiler incrustado en su pierna más corta que tapaba el<br />

agujero por el que habría salido la cera vertida; pero al encontrarme a<br />

dos pasos frente a él, las piernas no me respondieron. De un modo agitado<br />

y provocador comencé una <strong>danza</strong> alrededor del minotauro, hipnotizada<br />

por el alfiler dorado, por sus piernas vigorosas, por su pene erecto,<br />

por sus hombros perfectos. Pugnaba contra una energía inexplicable<br />

que me empujó a dar tres vueltas en torno a él y caer de rodillas delante<br />

de su imagen celebrando, sin saberlo, el ritual mítico y sagrado que<br />

el destino me tenía reservado.<br />

Y así fue, María, como una tarde cualquiera aquel hombre­toro me<br />

abrazó y me abrasó, rojo y ardiente fuego, dejándome en el estado en<br />

que ahora me encuentro.<br />

CVR<br />

<strong>La</strong> <strong>danza</strong> 13 <strong>Excodra</strong> <strong>XXX</strong>

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