Excodra XXX: La danza

aquí, pero lo cierto es que te estás quedando dormido —oyó el niño detrás
de su oreja.
Volteó su cabeza de inmediato, pero en lugar de encontrarse con
una cara conocida le sorprendió el, aterrorizado, la visión de la Muerte
tras de sí. La reconoció al instante porque era tal y como se la imaginaban
todos desde hacía no sabía cuántos siglos: capa negra, una calavera
asomándose bajo la capucha y unas frías y huesudas manos que sostenían
una guadaña.
—Tú… tú eres… —se atrevió a balbucear.
—Soy la Muerte, pero no te asustes. Me temo que soy la única que
no te va a obligar a salir ahí. Perdona que vaya con estos trapos negros,
sé que no es muy jovial, pero es el uniforme. —La muerte observó al
niño unos instantes.— Aunque a decir verdad, tú tampoco te ves muy
jovial… por fuera aparentas unos 10 años, pero por dentro veo a un anciano
de 60 por lo menos.
—Mi madre tiene 60 años y se maquilla como una chiquilla de 15 —
replicó Pablo ofendido.
La muerte rió.
—Tal vez no te falte razón. Oye, yo tampoco soy de bailar, ¿qué te
parece si charlamos un rato para amenizar esta fiesta? No sufras, no estoy
aquí porque vayas a morir hoy, ni nada por el estilo. Es que me aburro.
De hecho, —señaló con un dedo al frente— he venido a buscar a
aquél señor mayor de la camisa verde que se restriega desaforadamente
contra la pata de una mesa. Pero todavía le queda media hora de vida y
a veces las esperas en el trabajo se hacen un poco largas. ¿Te hace? —
dijo mientras se sentaba.
Pablo asintió, y es que a decir verdad, la muerte le había caído bastante
bien. Tras unos segundos de incómodo silencio, se le ocurrió comentarle
si tal vez ella le pudiera desentrañar el misterio de por qué a
las personas les gusta bailar; había oído que las personas viejas lo sabían
todo.
—En realidad no es complicado de entender —contestó la muerte,
divertida— sólo que los estilos de baile siempre han sido un poco ridículos
de ver, y eso no ayuda a la reflexión. Aunque no pensar es parte
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