Excodra XXX: La danza
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“A ver, colócate en posición. No, no, el brazo más recto. No debes<br />
dejar espacio entre los dedos cuando extiendas la mano. Así. Dobla un<br />
poco las rodillas”.<br />
Yoshihiko recibía cada regañina y cada palmetazo con deleite, y con<br />
cada movimiento que aprendía se sentía un poco más ligero. Le parecía<br />
increíble que su cuerpo desgarbado pudiese moverse de aquel modo.<br />
Aquella noche no regresó con su abuela, no durmió siquiera. Practicó<br />
los pasos una y otra vez a la orilla del canal, y al día siguiente regresó a<br />
la fábrica.<br />
El tiempo empezaba a ser cálido. El portal de la casa de Madame<br />
Gorrión se había convertido en el nuevo hogar de Yoshihiko. <strong>La</strong> anciana<br />
le había hecho llorar a base de bastonazos cuando se enteró de que<br />
estaba pasando las noches solo en el canal. Después de eso le permitió<br />
dormir al lado de la puerta, arrebujado en un viejo futón, y practicar<br />
con ella después de su turno en la fábrica. El chico se acostumbró rápidamente<br />
al método didáctico de su estricta maestra, pero nunca dejó<br />
de asombrarle el modo en que hacía rodar la lengua por su boca, cual<br />
guijarro empujado por la corriente, y la chasqueaba con maestría entre<br />
los dientes, en el momento preciso, imitando a la perfección el tañido<br />
de las cuerdas de un shamisen. <strong>La</strong> melodía, que parecía subir de las<br />
profundidades de la tierra directamente a su garganta, se matizaba con<br />
el gorjeo propio del instrumento. Madame Gorrión había sido maestra<br />
de <strong>danza</strong> de geishas en el pasado, y también había aprendido a tocar.<br />
Pero le requisaron el shamisen y no le quedó más remedio que entonar<br />
las melodías a cappella para acompañar sus rigurosas prácticas diarias.<br />
“<strong>La</strong> <strong>danza</strong> es el arte de vivir, Yoshihiko. Sin el baile no sabríamos<br />
apreciar la belleza de la propia existencia”.<br />
El día en que Yoshihiko fue cambiado de turno en la fábrica, Madame<br />
Gorrión le explicó la historia del baile que le había enseñado.<br />
“Una pieza ejecutada sin sentimiento es como un plato sin condimento.<br />
Puede ser hermosa pero no tendrá sabor. Tienes que saber qué<br />
estás intentando expresar”.<br />
Al parecer, ella fue también geisha antes de ser maestra. Y siendo<br />
geisha entretuvo a un diplomático extranjero. Éste le contó la historia<br />
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