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Un Final Perfecto - John Katzenbach

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Lo recordaba arrodillado al lado de la puerta, con la taladradora y el material<br />

de ferretería a su lado en el suelo, un manitas de los secretos. No le había<br />

preocupado lo más mínimo. « Todos necesitamos tener secretos» , pensó,<br />

recordando aquellos emocionantes primeros días.<br />

Salvo que en ese preciso momento, mientras miraba la llave del despacho, no<br />

recordaba ningún secreto que ella le hubiese ocultado a él. Entonces se dijo que<br />

debía dejar de ser tan tonta. « Claro que tienes secretos —insistió para sí—. Como<br />

cuando te pusiste tan enferma que creíste que ibas a morir y no le dijiste lo<br />

asustada que estabas y el dolor que sufrías. Eso eran secretos.»<br />

Pero ella sabía que él siempre había conocido la verdad.<br />

Sin embargo, la duda la embargó. « ¿Comprendía realmente la verdad?<br />

» Por supuesto que sí —repuso muy seriamente a la parte que dudaba—.<br />

¿Recuerdas lo atento que era? ¿Recuerdas cómo se preocupaba? ¿Recuerdas las<br />

flores que te llevaba al hospital y cómo te cogía la mano y el tono de voz dulce y<br />

tranquilizador con el que siempre te hablaba? Era un hombre dulce.»<br />

En el salón resonaban más risas enlatadas. Divertidísimas. Desbocadas.<br />

Entusiastas. Irrefrenables. E indudablemente la risa falsa fabricada por una<br />

máquina diseñada para ese propósito.<br />

Sin ni tan siquiera plantearse en su interior la pregunta clave, contestó en voz<br />

alta.<br />

—No puedes. Sencillamente no puedes.<br />

En su fuero interno se produjo una discusión rápida.<br />

« Es su lugar privado.»<br />

« Nunca se enterará.»<br />

« No puedes violar su confianza.»<br />

« ¿Qué tiene de malo? Lo compartís todo.»<br />

« Lo único que vas a hacer es leer un pequeño fragmento de la novela que<br />

sabes que escribe solo para ti. <strong>Un</strong>as pocas palabras, simplemente para saber de<br />

qué va. Algo para poder soñar mientras él trabaja tanto para terminarla.»<br />

La señora de Lobo Feroz repasó los pros y los contras de la discusión. El<br />

razonamiento final no tenía nada que ver con la privacidad y la curiosidad. Le<br />

parecía que se relacionaba con el amor y la necesidad, pero su curiosidad<br />

obsesiva enturbiaba estos dos sentimientos.<br />

« Sé que querría que ley ese unas cuantas páginas. Sé que le gustaría. De<br />

hecho, me sorprende que no me las hay a leído todavía.»<br />

Que esto fuese categóricamente falso y que en cierta manera lo supiese<br />

aunque no quisiese darse cuenta, no repercutió en la señora de Lobo Feroz. No<br />

iba a considerarse una mentirosa. Se sentía temeraria y aventurera, como una<br />

niña que espía por el ojo de la cerradura del cuarto de baño para ver el cuerpo<br />

desnudo de un adulto que nada sospecha, atraída por la incontrolable fascinación,<br />

excitada por la naturaleza ilícita de lo que estaba haciendo, pero incapaz de

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