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Un Final Perfecto - John Katzenbach

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Cada vez que le devolvía las preguntas, ella se sentía más débil. Era como<br />

estar delante de uno de los espejos de la Casa de los Espejos y ver cómo el<br />

cuerpo se ensanchaba y era gorda y después se alargaba y era delgada y sabía<br />

que ese no era exactamente su aspecto, aunque temía de alguna forma quedar<br />

atrapada en la imagen distorsionada del espejo y que esa imagen deforme, rara,<br />

se convirtiese en ella. Con paso inseguro, la señora de Lobo Feroz se incorporó,<br />

caminó hasta donde había dejado su cartera y extrajo varios manojos de papel.<br />

Cogió todas las copias impresas y las hojas de cálculo que había recopilado ese<br />

día. La mano le temblaba mientras las sostenía, miró hacia abajo y de repente se<br />

sintió confusa; las había colocado en perfecto orden antes de salir del despacho.<br />

Estaban organizadas y ordenadas por horas y fechas y detalles como si<br />

demostrasen por sí mismas algunos puntos. Pero a la señora de Lobo Feroz le<br />

parecía que de alguna manera, como por arte de magia, habían cambiado.<br />

Ahora estaban completamente desordenadas, un desorden inconexo y<br />

enmarañado que no servía de nada.<br />

—¿Qué es todo eso? —preguntó bruscamente el Lobo Feroz. De nuevo la<br />

irritación se había deslizado en su voz.<br />

—¿Por qué guardabas recortes de periódico de estos asesinatos? —intentó<br />

formular una pregunta sensata, una pregunta que ayudase a aclarar las cosas.<br />

—Documentación —repuso con rapidez en tono cortante—. Basar las novelas<br />

en hechos reales. Guardar recortes. Recordar la técnica que ha funcionado.<br />

La miró fijamente.<br />

—Así que no solo has leído mi nueva novela, sino que además has mirado mi<br />

álbum de recortes.<br />

Se sintió como si la estuviesen interrogando. No lograba decir sí, de manera<br />

que se limitó a asentir con la cabeza.<br />

—¿Qué más? —preguntó.<br />

Ella negó con la cabeza.<br />

—¿Qué más? —preguntó de nuevo.<br />

—Eso es todo —repuso. Las palabras, al pronunciarlas, le arañaban la<br />

garganta.<br />

—Pero eso no es todo, ¿no es así?<br />

Ahora las lágrimas sí que le quemaban los pómulos. Quería rendirse a la<br />

desesperación.<br />

—He intentado comprobar —gimió.<br />

No hacía falta que dijese lo que había intentado comprobar.<br />

—¿Comprobar? ¿Cómo?<br />

—He llamado al agente que se ocupaba de este caso.<br />

Le pasó un recorte de periódico. El artículo trataba sobre una adolescente que<br />

había desaparecido cuando regresaba andando a casa desde el colegio. En el<br />

lenguaje periodístico de un periódico de poca monta, describía un terror

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