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Un Final Perfecto - John Katzenbach

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O incluso la apariencia de pánico.<br />

En la facultad de Medicina, durante las rotaciones como residente, se había<br />

planteado seriamente ser médico de urgencias porque incluso ante los chorros de<br />

sangre, los gritos de agonía y la necesidad de actuar con rapidez para salvar una<br />

vida, siempre se había considerado una persona extremadamente tranquila.<br />

Cuantas más cosas se desintegraban a su alrededor, más le bajaba el pulso. Pensó<br />

que la respuesta a la carta amenazadora debería ser exactamente igual a cuando<br />

le llegaba la víctima de un accidente, destrozada y en peligro de muerte<br />

inminente.<br />

Le gustaba considerarse una persona totalmente racional, incluso cuando<br />

asomaba a la superficie su lado humorista. Pero desde que había abierto la carta,<br />

se había visto incapaz siquiera de pensar en un número humorístico. Ni un solo<br />

chiste, ni un sarcasmo, ni un juego de palabras, ni un comentario agudo sobre<br />

política… nada de lo que formaba parte habitual de sus números había asomado<br />

a sus pensamientos.<br />

Había tenido unos sueños tortuosos, que la dejaban cansada y enfadada.<br />

Se recostó en el asiento y se balanceó.<br />

Karen quería actuar pero más allá de las sencillas medidas que había tomado,<br />

era incapaz de ver qué dirección tomar. Le parecía una sensación terrible. No<br />

hay nada peor que querer captar un momento y no saber cómo.<br />

Meneaba la cabeza adelante y atrás, como si estuviera en desacuerdo con<br />

algo que se había dicho, cuando se abrió la puerta de su consulta.<br />

—Disculpe, doctora, no quiero molestarla…<br />

—No, no, no pasa nada. Estaba absorta en mis pensamientos.<br />

Karen miró a la enfermera. En su consulta solo trabajaban tres personas: una<br />

enfermera joven, que hacía dos años que había acabado la carrera y que llevaba<br />

tatuado un sol naciente en la nuca y que recientemente le había preguntado a<br />

Karen con vacilación cómo podía quitárselo; y su recepcionista de siempre, una<br />

mujer mayor que conocía a muchos de los pacientes y sus dolencias mejor que<br />

Karen.<br />

—Última paciente del día —dijo la enfermera—. Lleva esperando un par de<br />

minutos en la sala de exploración 2 y…<br />

Dejó que se le apagara la voz antes de soltarle una reprimenda. Karen<br />

comprendía dos cosas: la enfermera quería marcharse a casa para estar con su<br />

novio auxiliar sanitario y que no tenía por qué hacer esperar a la última paciente<br />

del día por muy desasosegada que estuviera.<br />

Karen respiró hondo y se levantó de la silla de un salto. Adoptó la actitud de<br />

« doctora atenta» .<br />

—No es más que un chequeo rutinario —dijo la enfermera—. El cardiólogo<br />

y a la ha visitado. El informe está en su historial. Está bien. Hay que hacerle un<br />

reconocimiento físico de seguimiento. Nada grave.

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