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Un Final Perfecto - John Katzenbach

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una fotografía de Jordan y de la identificación Pelirroja Tres estaba el horario del<br />

baloncesto.<br />

La señora de Lobo Feroz retrocedió.<br />

No estaba segura de si hablaba en voz alta o no, pero las palabras « ¿por<br />

qué?» parecían reverberar con fuerza en la habitación.<br />

A esto le siguió algo claro y susurrado.<br />

—No lo entiendo.<br />

Las fotografías parecían ambiguas y vagas. No lograba encontrar su razón de<br />

ser. Sin decirla en voz alta, pero rebotando a su alrededor, resonaba una frase<br />

poco coherente: « Tiene que haber una explicación simple y segura.»<br />

Se devanó los sesos. Puede que fuese una visión clara de escritor sobre la<br />

forma de narrar una historia. <strong>Un</strong>a parte esencial del procedimiento del suspense<br />

que ella no entendía, pero perfectamente razonable para cualquier escritor. Tenía<br />

que utilizar personas reales como modelos de los personajes. « Tiene que ser eso<br />

—insistió la señora de Lobo Feroz—. Es que no lo entiendes. No eres el tipo de<br />

persona creativa que comprende estas cosas tan complejas. Tal vez todas esas<br />

fotografías y las notas que hay al lado tendrían todo el sentido del mundo si<br />

fueses escritora.»<br />

Pero parecían demasiado explícitas y demasiado provocativas. Y al<br />

observarlas, se dio cuenta de que todas estaban hechas desde diferentes lugares<br />

claramente ocultos. Desde detrás de un árbol. Desde el interior de un coche con<br />

la ventanilla bajada. Desde detrás de una pared de ladrillo. Desde la ventana<br />

superior de un edificio de oficinas. No había ni una sola fotografía que<br />

vagamente insinuase que el sujeto sabía que le estaban fotografiando.<br />

Las podía haber hecho un acosador. Semejante muestra de fascinación en la<br />

pared podía ser obra de un admirador obsesionado o un amante perturbado. Sin<br />

embargo, a ella le costaba encontrar estas palabras en su interior. Parecía como<br />

si la lógica y la observación hubiesen sido reemplazadas por una especie de luz<br />

blanca abrasadora y un chirriante ruido discordante.<br />

« No, no, no» , pensó la señora de Lobo Feroz. La palabra, repetida como si se<br />

tratase de un mantra oriental, la tranquilizó un poco.<br />

Retrocedió tambaleándose, todavía con paso inseguro, pero intentando<br />

tranquilizarse con cada centímetro, y se dirigió hacia el ordenador. En un<br />

extremo del escritorio, al lado de la impresora, había una caja con un montón de<br />

hojas tamaño folio cara abajo.<br />

Sin duda era una novela.<br />

La señora de Lobo Feroz se limitó a coger el primer folio y a darle la vuelta<br />

en la mano.<br />

Leyó solo una línea al principio de la hoja: « Solo un tonto piensa únicamente<br />

en el final. Es el proceso de asesinar lo que genera verdadera pasión. Apenas<br />

puedo esperar a que llegue ese momento.»

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