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Un Final Perfecto - John Katzenbach

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y nada a la vez.<br />

« ¿Cómo va a ay udarme a seguir con vida algo de esto? ¿El Lobo Feroz no<br />

habrá visitado las mismas páginas de consejos on line, leído las mismas palabras<br />

y llegado a las mismas conclusiones?<br />

» ¿No sabrá exactamente lo que todos los expertos sugieren que haga?<br />

» ¿Cuán listo es?»<br />

No quería responder ni aquella ni ninguna otra pregunta. En cambio, le costó<br />

mucho más de lo normal levantarse de la cama y cruzó la habitación para<br />

desactivar el nuevo sistema de alarma. Notaba las piernas rígidas y tenía<br />

tortícolis. Se sentía como si hubiera sufrido un accidente de coche el día anterior<br />

y estuviera contusionada.<br />

Los gatos y a habían hecho disparar la alarma en dos ocasiones en los dos días<br />

que llevaba funcionando. Aquello significaba que o bien tenía que librarse de<br />

Martin y Lewis o encontrar la manera de que funcionara en colaboración con los<br />

gatos. Parecía un problema insalvable. La perseguían cuando por primera vez en<br />

varios años se saltó la alfombrilla de ejercicios y se dirigió a la ducha.<br />

El agua caliente y la espuma le caían en cascada por el cuerpo.<br />

Se restregó con fuerza enjabonándose todos los rincones a los que llegaba una<br />

y otra vez y, por último, una tercera vez como si el jabón fuese capaz de borrar<br />

la sensación de agotamiento que le había dejado la desasosegante noche. Apoy ó<br />

una mano en la pared alicatada para mantener el equilibrio bajo el chorro de<br />

agua. Estaba mareada.<br />

Tenía los ojos cerrados cuando oyó un sonido.<br />

No era un sonido reconocible. Nada claro como la puerta de un coche al<br />

cerrarse o una radio al encenderse. No era fuerte, no era un ¡crash! ni un ¡clang!<br />

Era más parecido al primer segundo de un hervidor al silbar o la brisa fuerte que<br />

hace crujir las ramas de los árboles cercanos.<br />

Abrió los ojos de repente y se quedó paralizada. <strong>Un</strong>a subida de adrenalina le<br />

recorrió el cuerpo, por lo que se sintió como si por dentro estuviera girando a un<br />

millón de kilómetros por hora, mientras por fuera permanecía inmóvil. El vapor<br />

la rodeaba como si fuera niebla y le impedía razonar. Tenía la impresión de que<br />

el fluir del agua enturbiaba el reconocimiento. Inclinó la cabeza hacia delante y<br />

aguzó el oído.<br />

Solo oía el fluir del agua. Hizo ademán de cerrar el grifo pero se paró.<br />

« ¿Qué ha sido eso? ¿Qué has oído?»<br />

Rodeó el grifo con los dedos.<br />

De repente fue consciente de su desnudez. Goteaba. Vulnerable.<br />

Aguzó el oído para intentar identificar el sonido.<br />

« No ha sido nada. Nada. Estás sola y nerviosa.<br />

» La casa está vacía. Siempre lo está. Solo hay dos gatos. Quizás ellos hay an<br />

hecho el ruido. Tal vez hay an volcado una lámpara o una pila de libros. No sería

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