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Un Final Perfecto - John Katzenbach

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allá había un tramo de escaleras de cemento que acababa en unas puertas anchas<br />

de cristal. Se encaminó en esa dirección.<br />

Había un agente uniformado de pelo cano y barriga prominente detrás de un<br />

tabique de cristal blindado que al Lobo Feroz le pareció excesivo. Era poco<br />

probable que un pirado irrumpiera en el lugar pegando tiros. La jefatura de<br />

policía en sí era típica de una población de ese tamaño. Estaba formada por una<br />

sección con tres agentes y una patrulla. Contaba con especialistas en violencia<br />

doméstica, violaciones y una patrulla de tráfico que obtenía unos beneficios<br />

considerables para la población al año dada la gran cantidad de multas que<br />

ponían por exceso de velocidad. Incluso disponía de una modesta oficina<br />

anticorrupción que dedicaba el tiempo a recoger llamadas de residentes ancianos<br />

que se preguntaban si el mensaje de correo electrónico que les había enviado un<br />

príncipe nigeriano pidiéndoles dinero era legal, y nunca lo era. Al igual que todos<br />

los departamentos modernos y organizados, cada elemento tenía su propio<br />

cubículo y había señales útiles en las paredes que le indicaban el camino a seguir.<br />

El Lobo Feroz no tardó mucho en encontrar al agente Moyer, sentado tras un<br />

escritorio revuelto, con una pantalla de ordenador llena de notificaciones del FBI.<br />

Moy er era un hombre corpulento de aspecto alegre, lo cual hacía que pareciera<br />

más apto para hacer de Papá Noel en unos grandes almacenes que agente de<br />

policía dedicado a crímenes graves. Le estrechó la mano con un entusiasmo que<br />

se correspondía con su corpulencia.<br />

—Me alegro de conocerte —bramó el agente—. Tío, esta petición sí que es<br />

rara. Quiero decir que la may or parte del tiempo cuando un ciudadano tiene<br />

preguntas es porque quiere que sigan a su cuñado porque cree que trafica con<br />

drogas o engaña a su mujer o algo así. Pero tú eres escritor, ¿no? Eso es lo que<br />

me dijo la secretaria de relaciones públicas del jefe.<br />

—Eso es —respondió el Lobo Feroz. Rebuscó en la cartera y sacó el libro de<br />

bolsillo con el cuchillo ensangrentado—. Toma —dijo, con una sonrisa—. Prueba<br />

fehaciente. <strong>Un</strong> regalo.<br />

El agente lo cogió y se quedó mirando la sobrecubierta.<br />

—Guay —dijo—. No leo muchas novelas policiacas. Leo sobre todo libros de<br />

deportes, ¿sabes?, como de equipos de básquet que han ganado la liga, o<br />

entrenadores famosos o de los récords de atletismo. Pero el marido de mi<br />

hermana es algo así como adicto a estas cosas. Se lo daré a él…<br />

—Se lo dedicaré —dijo el Lobo Feroz y sacó un boli.<br />

—Se pondrá súper contento —repuso el agente.<br />

El Lobo Feroz acabó con una rúbrica. Acto seguido sacó la pequeña<br />

grabadora.<br />

—¿Te importa? —preguntó.<br />

—No —respondió el agente Moyer.<br />

El Lobo Feroz le dedicó una sonrisa.

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