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en una pista de baile moderna. « Bailando con las estrellas —pensó—. No,<br />
Bailando con el Lobo.» Imitó bailes ridículos de los sesenta como el frug y el<br />
watusi que recordaba que sus padres le habían enseñado en ratos desenfadados.<br />
En un momento determinado incluso se lanzó con Macarena moviendo las<br />
caderas de forma sugerente. Al final, cuando el cansancio se apoderó de sus<br />
pasos, se convirtió en bailarina, moviendo los brazos lentamente por encima de la<br />
cabeza y dando vueltas. El lago de los cisnes, esperaba. De adolescente había<br />
visto el ballet. Conmovedor. Precioso. Era el tipo de recuerdo mágico que una<br />
impresionable adolescente de quince años nunca olvida. Hubo un tiempo en que<br />
esperaba llevar a su hija a ver un espectáculo similar. Ya no. En el pequeño<br />
mundo del sótano, levantó los brazos por encima de la cabeza e intentó ponerse<br />
de puntas, como haría una bailarina interpretando al cisne blanco, pero le resultó<br />
imposible.<br />
Su música era contradictoria. Ninguna de las canciones que llenaban su<br />
cabeza coincidía con sus movimientos. El rock and roll no era como el baile por<br />
parejas, a pesar de que eso era lo que oía y lo que bailaba.<br />
Pelirroja Tres le había dejado su iPod con varias listas de canciones con el<br />
nombre de « música de espera» . No reconocía a todos los cantantes, nunca había<br />
escuchado a The David Wax Museum ni a The Iguanas y no tenía ni idea de quién<br />
era una tal Silina Musango o quién constituía el grupo llamado The Gourds. Pero<br />
la música que Pelirroja Tres había seleccionado era irreprimible, entusiasta,<br />
animada y ella agradecía los ritmos alegres y la desenfrenada energía que todas<br />
las canciones destilaban.<br />
« Pelirroja Tres intenta ay udar —pensó Sarah—. Qué detalle por su parte.<br />
Sabía que después de suicidarme estaría aislada y un poco loca.»<br />
« Chica lista.»<br />
Pelirroja Tres había creado otra lista de canciones, pero Sarah no la había<br />
escuchado porque no creía que fuese el momento adecuado. Sabía que tendría<br />
sonidos y selecciones completamente diferentes. Esta lista de canciones se<br />
titulaba: « Música para matar.»<br />
Cuando por fin la venció el cansancio, Sarah se quitó los auriculares y se<br />
desplomó en el suelo de cemento del sótano de Pelirroja <strong>Un</strong>o. Lo notaba frío<br />
contra su mejilla. Sabía que se estaba ensuciando, por todas partes había polvo y<br />
porquería y notaba el sudor que le caía por la barbilla, pero no le importaba. El<br />
aire era caliente y espeso debido a la caldera que había en un extremo y que se<br />
esforzaba en calentar la casa. No había ventanas, así que no podía mirar al<br />
exterior. Solo sabía que estaba escondida y que incluso aunque el Lobo Feroz<br />
estuviese aparcado en el exterior, vigilando la puerta principal, no podría verla.<br />
<strong>Un</strong>a parte de su ser se preguntaba si cerrar la única bombilla que colgaba del<br />
techo e iluminaba la habitación con una débil luz sería como la negra turbulencia