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Un Final Perfecto - John Katzenbach

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en una pista de baile moderna. « Bailando con las estrellas —pensó—. No,<br />

Bailando con el Lobo.» Imitó bailes ridículos de los sesenta como el frug y el<br />

watusi que recordaba que sus padres le habían enseñado en ratos desenfadados.<br />

En un momento determinado incluso se lanzó con Macarena moviendo las<br />

caderas de forma sugerente. Al final, cuando el cansancio se apoderó de sus<br />

pasos, se convirtió en bailarina, moviendo los brazos lentamente por encima de la<br />

cabeza y dando vueltas. El lago de los cisnes, esperaba. De adolescente había<br />

visto el ballet. Conmovedor. Precioso. Era el tipo de recuerdo mágico que una<br />

impresionable adolescente de quince años nunca olvida. Hubo un tiempo en que<br />

esperaba llevar a su hija a ver un espectáculo similar. Ya no. En el pequeño<br />

mundo del sótano, levantó los brazos por encima de la cabeza e intentó ponerse<br />

de puntas, como haría una bailarina interpretando al cisne blanco, pero le resultó<br />

imposible.<br />

Su música era contradictoria. Ninguna de las canciones que llenaban su<br />

cabeza coincidía con sus movimientos. El rock and roll no era como el baile por<br />

parejas, a pesar de que eso era lo que oía y lo que bailaba.<br />

Pelirroja Tres le había dejado su iPod con varias listas de canciones con el<br />

nombre de « música de espera» . No reconocía a todos los cantantes, nunca había<br />

escuchado a The David Wax Museum ni a The Iguanas y no tenía ni idea de quién<br />

era una tal Silina Musango o quién constituía el grupo llamado The Gourds. Pero<br />

la música que Pelirroja Tres había seleccionado era irreprimible, entusiasta,<br />

animada y ella agradecía los ritmos alegres y la desenfrenada energía que todas<br />

las canciones destilaban.<br />

« Pelirroja Tres intenta ay udar —pensó Sarah—. Qué detalle por su parte.<br />

Sabía que después de suicidarme estaría aislada y un poco loca.»<br />

« Chica lista.»<br />

Pelirroja Tres había creado otra lista de canciones, pero Sarah no la había<br />

escuchado porque no creía que fuese el momento adecuado. Sabía que tendría<br />

sonidos y selecciones completamente diferentes. Esta lista de canciones se<br />

titulaba: « Música para matar.»<br />

Cuando por fin la venció el cansancio, Sarah se quitó los auriculares y se<br />

desplomó en el suelo de cemento del sótano de Pelirroja <strong>Un</strong>o. Lo notaba frío<br />

contra su mejilla. Sabía que se estaba ensuciando, por todas partes había polvo y<br />

porquería y notaba el sudor que le caía por la barbilla, pero no le importaba. El<br />

aire era caliente y espeso debido a la caldera que había en un extremo y que se<br />

esforzaba en calentar la casa. No había ventanas, así que no podía mirar al<br />

exterior. Solo sabía que estaba escondida y que incluso aunque el Lobo Feroz<br />

estuviese aparcado en el exterior, vigilando la puerta principal, no podría verla.<br />

<strong>Un</strong>a parte de su ser se preguntaba si cerrar la única bombilla que colgaba del<br />

techo e iluminaba la habitación con una débil luz sería como la negra turbulencia

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