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Un Final Perfecto - John Katzenbach

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Cuando llegó al coche, se desplomó en el asiento como si estuviese exhausto.<br />

—Ahora y a solo faltan unos días —dijo de nuevo en voz alta aunque estaba<br />

solo. Le gustaba la contundencia de su voz. Cuando puso la marcha, empezó a<br />

pensar en armas y ubicaciones. Durante unos instantes pensó que debería dividir<br />

el manuscrito en dos partes: « La caza» y « El asesinato» .<br />

Karen estaba sentada con remilgo enfrente del director de la funeraria.<br />

—Se trata de una petición inusual —titubeó—, pero no imposible.<br />

El despacho tenía un apropiado tono sombrío, mucha madera oscura y<br />

ventanas sombreadas que evitaban que entrase demasiada luz. El director era un<br />

hombre calvo, bajo y robusto de dedos regordetes, que incluso con su impecable<br />

traje negro parecía un hombre simpático. « <strong>Un</strong> fuerte apretón de manos, una<br />

sonrisa cálida y una voz entusiasta cuando el asunto es la muerte» , pensó Karen.<br />

Había esperado un cliché, un hombre estilo Uriah Heep, alto y cadavérico de voz<br />

profunda.<br />

—Simplemente un funeral muy reducido —dijo Karen—. Me temo que<br />

desde el accidente que la dejó viuda, Sarah abandonó todas sus amistades. Estaba<br />

sola y muy aislada. Pero eso no quiere decir que no hay a algunos amigos que<br />

quieran darle el último adiós. Tal vez algunos maestros con los que trabajó o<br />

algunos compañeros de su marido del parque de bomberos.<br />

—Sí, cierto —añadió el director de la funeraria—. ¿Y la familia?<br />

—Desgraciadamente está muy esparcida. Era hija única y sus padres y a<br />

fallecieron. Y los primos que le quedan no quieren aceptar la realidad de su<br />

muerte. O puede que simplemente les dé igual.<br />

Karen evitó utilizar la palabra « suicidio» , como sabía que también la evitaría<br />

el director de la funeraria.<br />

—Es una pena —manifestó el director, aunque implicaba lo contrario, que<br />

todo sería mucho más fácil.<br />

—Pensé en hacerlo en mi casa, ¿sabe? —continuó Karen—, una sencilla<br />

reunión para hablar de nuestro cariño por la difunta, pero me pareció que<br />

resultaría demasiado informal.<br />

Ella sabía que al director no le iba a gustar esta sugerencia.<br />

—No, no, en la iglesia o en una de nuestras salas pequeñas es mucho mejor.<br />

He visto que en muchos casos personas que dejaron de ver a sus amigos se<br />

sorprenderían de la gran concurrencia.<br />

« Eso, se sorprenderían si no estuviesen muertas» , pensó Karen. Asintió.<br />

—Cuánta razón tiene —añadió. « Y en mi casa no cobraría» —. Entonces,<br />

¿me puede enseñar las salas disponibles?<br />

—Por supuesto —repuso el director con una sonrisa—. Permítame que traiga<br />

los horarios también.

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