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Un Final Perfecto - John Katzenbach

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claro de invierno largo. Se había duchado y peinado e incluso aplicado un poco<br />

de maquillaje en las mejillas y en los ojos. Llevaba el gran bolso colorido<br />

colgado del hombro y notaba cómo el peso del .357 Magnum cargado tiraba de<br />

ella. Sabía que presentaba un aspecto totalmente presentable y sereno y<br />

cualquier desconocido que pasara por allí y la observara pensaría que no era más<br />

que una mujer de poco más de treinta años camino del súper o de cualquier otro<br />

recado y que dejaba en casa a su marido e hijos. A lo mejor una visita al centro<br />

comercial o una cita con las amigas para una salida de chicas en la que<br />

compartir unos cuantos tentempiés y una ensalada baja en calorías seguida de<br />

alguna comedia romántica necia en el multiplex. El hecho de que Sarah estuviera<br />

atenazada por la desesperación quedaba totalmente disimulado. Lo único que<br />

tenía que hacer era abrir la puerta de su casa, salir a la lánguida luz de la tarde,<br />

dirigirse a su coche, arrancar el motor, poner la marcha y salir, al igual que<br />

cualquier persona normal con algo que hacer una tarde del fin de semana.<br />

Sabía que no era una persona normal. Se estremeció como si tuviera frío.<br />

« No soy normal para nada. Ya no.»<br />

<strong>Un</strong>os pensamientos extraños, dispares, se agolparon en su mente: « Está justo<br />

fuera. Me matará antes de que tenga tiempo de sacar el revólver de Ted. Pero al<br />

menos presento buen aspecto. Si me muero dentro de un minuto, al menos los de<br />

la ambulancia y el forense que inspeccione mi cadáver pensarán que soy limpia<br />

y ordenada y no como soy en realidad. ¿Por qué supone una diferencia?»<br />

No estaba segura pero la había.<br />

« No está ahí fuera. Todavía no. El Lobo Feroz no actuó con rapidez. Acechó<br />

a Caperucita.»<br />

<strong>Un</strong>a parte de ella quería atrincherarse en casa, levantar barricadas y<br />

protegerse, a la espera de que el Lobo Feroz apareciera e intentara derribar su<br />

casa de un soplido. « Salvo que —se recordó Sarah negando con la cabeza— ese<br />

es el puto cuento equivocado. Yo no soy uno de los tres cerditos. Mi casa quizás<br />

esté hecha de paja, pero es que no es este cuento.»<br />

Volvió a vacilar y colocó la mano en la manecilla. No era como si tuviera<br />

miedo, una buena parte de ella contemplaba la muerte con buenos ojos. Era más<br />

la incertidumbre de la situación. Se sentía atrapada en un torbellino, como un<br />

maremoto que la zarandeaba de un lado a otro y amenazaba con sumergirla bajo<br />

unas olas oscuras. Sintió que respiraba de forma entrecortada y rápida, pero no<br />

notaba que le faltara el aliento. Era como si los sonidos procedieran de otro lugar.<br />

Cerró los ojos.<br />

« Bueno. Si es esto, al menos será rápido.»<br />

« Igual que Teddy y Brittany. No vieron el camión. En un momento dado<br />

estaban vivos, riendo y pasándolo bien y de repente murieron. Quizá me pase a<br />

mí lo mismo. Pues bien, Lobo Feroz. ¡Dispárame ahora mismo!»<br />

Abrió la puerta con virulencia y se quedó enmarcada en el espacio.

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