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Un Final Perfecto - John Katzenbach

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encontraba seguridad manteniendo una fachada normal, algo que a él le<br />

tranquilizaba. Ya no frecuentaba los clubes de la comedia ni siquiera se fumaba<br />

un cigarrillo a escondidas en un aparcamiento. « Demasiado asustada para<br />

permitirse una adicción» , pensó. Llegaba al trabajo temprano y se quedaba<br />

hasta tarde y después se iba en coche directamente a casa. Esto le complacía. Y<br />

no creía que Pelirroja Tres fuese a huir. « Ese es uno de los grandes misterios de<br />

matar —pensó mientras observaba la casa a oscuras de Pelirroja Dos—. Nuestro<br />

lado racional piensa que podemos huir, escondernos, pedir ay uda a los amigos y,<br />

de alguna forma, tomar medidas para mantenernos a salvo. Sin embargo nunca<br />

lo hacemos. Cuando la distancia entre el cazador y la presa se va estrechando,<br />

uno se muestra más centrado, más experto y con una may or determinación,<br />

mientras que el mundo del otro se empequeñece cada vez más, se deteriora y<br />

cada vez le cuesta más pensar con claridad.»<br />

Pensó en los documentales del Discovery Channel de leones que persiguen a<br />

antílopes o de lobos como él que siguen a los caribúes. Las presas corren como<br />

locas de un lado a otro, aterrorizadas, descontroladas. El cazador se acerca de<br />

forma singular, cortando todas las posibilidades de huida. Decidido. Directo. No<br />

pensaba que él fuese diferente. Tenía que subrayar ese punto en la novela.<br />

Se le ocurrió un pensamiento extraño: « Los leones dejan que las leonas<br />

cacen, pero son los primeros en devorar a la presa.» Se preguntó si los lobos<br />

harían lo mismo. « No lo creo. No somos perezosos.»<br />

El Lobo Feroz dirigió una última mirada furtiva a la casa de Pelirroja Dos. No<br />

creía que fuese a regresar otra vez, sin embargo en ese mismo instante tuvo la<br />

sensación de que apenas lograba apartarse de allí. Recordó el placer que le había<br />

procurado pasar con el coche por delante de la casa de Pelirroja Dos y espiarla<br />

durante semanas y meses. Le costó pensar que esa fase había tocado a su fin.<br />

Era hora de irse a casa, pero no podía sacudirse la sensación de que algo quedaba<br />

incompleto. Esperaba que asesinar a Pelirroja <strong>Un</strong>o y a Pelirroja Tres le<br />

produciría el placer que ansiaba. Pero por primera vez estaba preocupado.<br />

Arrastraba los pies por la acera y sintió que su paso perdía alegría. Mientras<br />

regresaba al coche hablaba entre dientes.<br />

—Has trabajado muy duro y entonces se presenta algo inesperado y lo<br />

fastidia todo.<br />

Pensó que no tenía que ser tan severo consigo mismo. Todo estaba saliendo<br />

según lo planeado. Dejó que su creciente enfado definiese su insistencia en que<br />

nada más podía fallar. Citó al poeta erróneamente en voz alta: « Oh, los mejores<br />

planes de ratones y hombres a menudo se extravían.»<br />

El Lobo Feroz soltó una carcajada. « Flexibilidad —pensó. Tenía que escribir<br />

algunas páginas sobre la flexibilidad—. Estar preparado para lo inesperado. No<br />

importa que las cosas salgan según lo previsto, siempre hay que estar preparado<br />

para los cambios repentinos.»

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