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inconsciente. Lo más pavoroso era, precisamente, admitir la presencia entre ellos de<br />
un asesino calculador.<br />
—¿Tú crees? —Hugo se resistía a contemplar ese panorama.<br />
Álvaro había fijado su mirada en él.<br />
—Ha ocurrido mucho más que una broma macabra, Hugo. Acéptalo. La cuenta<br />
atrás va acelerándose. Estamos en caída libre, ha cambiado la velocidad de los<br />
acontecimientos. La fuga de Jacobo, la muerte de Cristian y ahora esta trampa…<br />
Todo a partir de la última noche.<br />
—¿Trampa?<br />
—Quienquiera que colocó la cabeza de Héctor ahí ha logrado que nos separemos.<br />
Nos ha debilitado. No puede ser una casualidad justo cuando nos disponíamos a aislar<br />
esta zona de la casa.<br />
Un certero movimiento de ajedrez que cambiaba el rumbo de la partida. Los dos<br />
se observaron mutuamente, cada uno con su arma en la mano. De forma inconsciente<br />
habían aumentado la distancia entre ellos. La cordialidad se desvanecía.<br />
—Solo ha podido ser uno de nosotros cuatro o Jacobo —susurró Hugo.<br />
—¿Se te ha ocurrido que quizá el profesor Vidal se haya animado a participar? —<br />
Álvaro procuraba de nuevo contemplar todas las opciones—. A estas alturas me lo<br />
creo todo, no hemos sabido nada de él desde que se fue.<br />
—¿Ya vuelves con eso? A Vidal le interesa la conclusión del experimento… Él<br />
disfruta como observador, no intervendrá hasta el último momento.<br />
—Espero que estés en lo cierto…<br />
Se quedaron callados.<br />
—Será mejor que vayamos a por las chicas —propuso Hugo—, cuanto antes nos<br />
reunamos menos posibilidades habrá de que ocurran nuevas… desgracias.<br />
Álvaro titubeó.<br />
—¿Y si ellas vuelven mientras las buscamos? Pueden estar en cualquier sector del<br />
edificio.<br />
—Si tal como dices esto es una trampa, quedándonos aquí solo seguimos el juego<br />
a su autor.<br />
—Salvo que esa mente enferma haya contado con que saldríamos a buscarlas.<br />
Diana y Andrea saben dónde las esperamos, este es el punto de encuentro acordado.<br />
Yo no me muevo de aquí.<br />
Hugo vaciló. Sus sentimientos por Diana le impedían esperarla por más tiempo<br />
sin hacer nada. ¿Y si necesitaba su ayuda en ese preciso instante?<br />
—¿Tienes miedo, Álvaro? —preguntó con una súbita indignación—. ¿Es eso?<br />
El otro muchacho no se dejó llevar por los nervios:<br />
—Es sentido común. Aunque tú estás en tu derecho de hacer lo que te dé la gana.<br />
Ve a buscarlas si quieres. Auf Wiedersehen!.<br />
Hugo se arrepintió de su reacción. No tenía derecho a pagar su frustración con<br />
Álvaro.<br />
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