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Hyde - David Lozano Garbala

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inconsciente. Lo más pavoroso era, precisamente, admitir la presencia entre ellos de<br />

un asesino calculador.<br />

—¿Tú crees? —Hugo se resistía a contemplar ese panorama.<br />

Álvaro había fijado su mirada en él.<br />

—Ha ocurrido mucho más que una broma macabra, Hugo. Acéptalo. La cuenta<br />

atrás va acelerándose. Estamos en caída libre, ha cambiado la velocidad de los<br />

acontecimientos. La fuga de Jacobo, la muerte de Cristian y ahora esta trampa…<br />

Todo a partir de la última noche.<br />

—¿Trampa?<br />

—Quienquiera que colocó la cabeza de Héctor ahí ha logrado que nos separemos.<br />

Nos ha debilitado. No puede ser una casualidad justo cuando nos disponíamos a aislar<br />

esta zona de la casa.<br />

Un certero movimiento de ajedrez que cambiaba el rumbo de la partida. Los dos<br />

se observaron mutuamente, cada uno con su arma en la mano. De forma inconsciente<br />

habían aumentado la distancia entre ellos. La cordialidad se desvanecía.<br />

—Solo ha podido ser uno de nosotros cuatro o Jacobo —susurró Hugo.<br />

—¿Se te ha ocurrido que quizá el profesor Vidal se haya animado a participar? —<br />

Álvaro procuraba de nuevo contemplar todas las opciones—. A estas alturas me lo<br />

creo todo, no hemos sabido nada de él desde que se fue.<br />

—¿Ya vuelves con eso? A Vidal le interesa la conclusión del experimento… Él<br />

disfruta como observador, no intervendrá hasta el último momento.<br />

—Espero que estés en lo cierto…<br />

Se quedaron callados.<br />

—Será mejor que vayamos a por las chicas —propuso Hugo—, cuanto antes nos<br />

reunamos menos posibilidades habrá de que ocurran nuevas… desgracias.<br />

Álvaro titubeó.<br />

—¿Y si ellas vuelven mientras las buscamos? Pueden estar en cualquier sector del<br />

edificio.<br />

—Si tal como dices esto es una trampa, quedándonos aquí solo seguimos el juego<br />

a su autor.<br />

—Salvo que esa mente enferma haya contado con que saldríamos a buscarlas.<br />

Diana y Andrea saben dónde las esperamos, este es el punto de encuentro acordado.<br />

Yo no me muevo de aquí.<br />

Hugo vaciló. Sus sentimientos por Diana le impedían esperarla por más tiempo<br />

sin hacer nada. ¿Y si necesitaba su ayuda en ese preciso instante?<br />

—¿Tienes miedo, Álvaro? —preguntó con una súbita indignación—. ¿Es eso?<br />

El otro muchacho no se dejó llevar por los nervios:<br />

—Es sentido común. Aunque tú estás en tu derecho de hacer lo que te dé la gana.<br />

Ve a buscarlas si quieres. Auf Wiedersehen!.<br />

Hugo se arrepintió de su reacción. No tenía derecho a pagar su frustración con<br />

Álvaro.<br />

www.lectulandia.com - Página 131

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