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así que sabía que no tardaría en verse obligada a detenerse.<br />
No resistiría mucho más.<br />
Sus esperanzas de encontrar a Hugo, Álvaro y Diana se iban diluyendo y con ellas<br />
sus posibilidades de supervivencia.<br />
Sola era una víctima fácil.<br />
Cada vez que se volvía, notaba la presencia de su agresor más cerca. Percibía su<br />
ansia de matar, su apetito.<br />
Observaba con atención cada nuevo espacio de la casa que se abría ante sus ojos,<br />
pero seguía sin reconocer las estancias a las que llegaba en su fuga. Minutos más<br />
tarde, al pretender subir por una escalera hacia el primer piso, tropezó con los<br />
peldaños y se golpeó la cabeza contra la barandilla. Aquello acabó con su huida. El<br />
relieve puntiagudo contra el que había impactado su frente le abrió una brecha en la<br />
sien, que comenzó a sangrar.<br />
Andrea ya no tuvo fuerzas para levantarse; aguardó así, tendida sobre los<br />
escalones, intentando taparse la herida de la cabeza.<br />
No tardó en aparecer la figura que la había estado acosando.<br />
Lo único que Andrea pudo hacer al reconocer su identidad fue abrir mucho los<br />
ojos y suplicar compasión.<br />
Después comenzó a chillar.<br />
De nada sirvió. La horca cayó sobre ella con furia, repetidas veces. Muy pronto<br />
Andrea dejó de sentir el dolor de las mordeduras de la cuchilla en su carne. Allí<br />
quedó su cadáver, con los ojos abiertos, empapado en su propia sangre que resbalaba<br />
por los peldaños.<br />
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