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Hyde - David Lozano Garbala

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CAPÍTULO 39<br />

Allí, en el tramo de pasillo más próximo a la ventana, se distinguía un bulto. El<br />

resplandor de la noche que se colaba a través del cristal permitía adivinar los<br />

contornos de un cuerpo tendido en el suelo y el brillo negro de un charco bajo él.<br />

Era el cadáver de un muchacho.<br />

Lázaro y Millán extremaron su cautela. Se giraban hacia todas las direcciones a<br />

cada paso, escudándose tras sus armas. Aquel hallazgo demostraba que ya habían<br />

accedido a la zona ocupada de la casa, aunque el resto del escenario seguía sin<br />

mostrar señales de presencias humanas: solo suciedad, paredes con cuadros viejos,<br />

estancias mudas y nuevos corredores.<br />

Mientras Millán vigilaba las inmediaciones, el inspector se inclinó para estudiar<br />

el cuerpo.<br />

—No lleva mucho tiempo muerto —dictaminó—. Dos horas, tal vez tres.<br />

Definitivamente, la fiesta había empezado sin ellos.<br />

—¿La edad se corresponde con la de los chicos? —preguntó el detective desde su<br />

posición.<br />

—No parece un adolescente. Según la información que nos ha facilitado el<br />

director del instituto, uno de los estudiantes es algo mayor. Tiene que ser este.<br />

—Jacobo Hernández.<br />

Millán había estudiado durante el trayecto la lista de los alumnos seleccionados<br />

para el experimento.<br />

—Eso es. El cuerpo presenta una herida profunda de arma blanca en el vientre.<br />

El detective hizo un gesto afirmativo.<br />

—La violencia ha comenzado a desatarse. No han tardado ni setenta y dos<br />

horas…<br />

Lázaro maldijo su mala suerte.<br />

—¿Quién puede calcular en qué momento va a prender la mecha de una<br />

aberración como esta? Espero que el chico sea la única víctima.<br />

El inspector hubiera querido lanzarse por toda la casa para advertir del peligro,<br />

había que impedir a toda costa que aquella locura alcanzara a más inocentes. Ojalá<br />

hubiesen podido contar con más hombres, pero el resto de los efectivos se encontraba<br />

aún lejos.<br />

Y esa casa era tan grande…<br />

Poco podía hacerse ya por Jacobo Hernández. Para aquel muchacho era<br />

demasiado tarde, pero quizá todavía fuera posible salvar otras vidas.<br />

Lázaro estaba dispuesto a jugarse la suya en el intento.<br />

Al menos sabían a quién buscaban. Tenía grabada a fuego en la memoria la<br />

imagen que el director del instituto había reconocido.<br />

Su objetivo, tan joven, tan sonriente, no estaba lejos.<br />

No puede estar lejos.<br />

www.lectulandia.com - Página 174

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