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peor, Andrea. No estamos solos; estamos… con nosotros mismos.<br />
En eso consistía la auténtica perspectiva: en aquel infierno particular, ellos eran,<br />
para sí mismos, el adversario, el peligro. Sus propias conciencias podían convertirlos<br />
en asesinos o víctimas.<br />
Sin transición.<br />
Hugo callaba. No supo decidir cuál de aquellas dos alternativas era peor.<br />
¿Cómo podrían vivir con las manos manchadas de sangre, con la sospecha de<br />
haber participado en un crimen? Ninguno de ellos regresaría a casa —si es que lo<br />
lograban— siendo el mismo que llegó a la finca.<br />
—Que Vidal llame a esta aberración «terapia subliminal» me parece el colmo del<br />
sarcasmo —observó, con resentimiento—. Una terapia cura, mientras que este<br />
tratamiento… nos vuelve enfermos. Nos contamina.<br />
Saca lo peor de nosotros, nos convierte en animales.<br />
El montaje del profesor era de una perversidad inconcebible, y ellos, los<br />
prisioneros de su delirio.<br />
—El experimento nos pone a prueba —matizó Álvaro—. Enfoquémoslo así.<br />
Seguimos siendo nosotros mismos, a pesar de todo. Vidal no puede controlar por<br />
completo nuestra voluntad.<br />
Sí, seguían siendo ellos mismos. Hugo se preguntó qué implicaba eso en el caso<br />
de su peculiar compañero.<br />
—Continuamos siendo nosotros —aceptó también Diana—. Todavía.<br />
La casa se había vuelto tan fría… Allí estaban, sí. Preparados para proseguir con<br />
un programa que iba a conducirlos a través de una espiral de violencia de desenlace<br />
incierto.<br />
La ausencia de Esther se dejaba sentir en la sala de proyección. Su silla vacía les<br />
recordaba de algún modo la oscura presencia de Vidal, era como si el profesor se<br />
hubiera acomodado junto a ellos, invisible y sonriente.<br />
Vigilando.<br />
Aquel loco reclamaba su espacio. Anhelaba ser testigo de su creación. Se percibía<br />
su aura carroñera en cada rincón de la casa, aguardando nuevas presas que<br />
sucumbieran al experimento.<br />
—¿Pero qué gana él? —Cristian se removía en su asiento—. ¿Por qué hace esto?<br />
¿Por qué a nosotros?<br />
—En siete días —pronosticó Jacobo— esto terminará y lo sabremos. Nos tendrá<br />
que liberar si no la hemos palmado antes, habremos superado la prueba. Ese hijo de<br />
puta tendrá que afrontar las consecuencias de lo que ha hecho. Vendrán a buscarnos y<br />
entonces… a no ser…<br />
Se interrumpió. No alcanzó a manifestar la última idea, pero su contenido llegó a<br />
las mentes de todos: A no ser que tenga previsto suicidarse cuando termine el plazo.<br />
Algo relativamente habitual en los dementes que se enfrentaban al mundo<br />
cometiendo una masacre, buscando en ella su inmortalidad.<br />
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