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Hyde - David Lozano Garbala

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CAPÍTULO 13<br />

Un clima fúnebre se respiraba en la sala de proyección. Cada uno ocupaba ya su<br />

asiento, con el mismo gesto desolado con el que aguardaría su ejecución. Incluso<br />

Álvaro se mostraba serio.<br />

La sentencia se había dictado. Estaban allí como condenados, títeres de un<br />

demente que disponía de siete interminables jornadas para manejarlos a su antojo.<br />

¿Lograrían resistir sin sufrir más bajas? ¿Bastaría con obedecer o el diabólico<br />

profesor les reservaba alguna otra sorpresa?<br />

Pensaban en sus familias, en sus amigos. No podían comunicarse con ellos. Un<br />

abismo los separaba de sus seres queridos, de la sociedad. De la realidad a la que<br />

pertenecían. Jacobo, que conservaba un móvil que había escapado al registro del<br />

primer día, había procurado en vano contactar con el exterior. La casa estaba blindada<br />

contra cualquier modalidad de conexión con el mundo.<br />

Nada funcionaba allí salvo lo dispuesto por Vidal.<br />

La suya era una isla de horror. Y ellos, simples peones. Piezas prescindibles que<br />

el profesor no dudaría en sacrificar a favor de su proyecto si alguien osaba rebelarse.<br />

Recordaron las palabras de Vidal cuando entraban en la finca: «¡Abandonamos la<br />

civilización!».<br />

Nadie había tenido la lucidez suficiente como para vislumbrar el carácter<br />

premonitorio de aquel aviso. En realidad, se trataba de una advertencia.<br />

Una advertencia que habían desoído.<br />

Y ahora estaban allí; mudos, asustados. Dispuestos a someterse a la siguiente<br />

proyección, con sus materiales y dispositivos electrónicos. Cada uno en el puesto<br />

asignado.<br />

Dóciles.<br />

—Tiene que haber alguna forma de escapar —dijo Jacobo, con rabia—. ¡A lo<br />

mejor Héctor la ha descubierto y se ha largado! ¡No podemos quedarnos aquí<br />

esperando a que ocurra otra desgracia! ¿Quién será el siguiente en caer, si<br />

obedecemos? No. Entre todos encontraremos la manera…<br />

—Dedicar tiempo a planear la fuga es peligroso —recordó Diana—; cuidado con<br />

las propuestas que haces. Si no cumplimos con el programa nos convertimos en<br />

presas fáciles de los impulsos subliminales ya recibidos.<br />

—Lo que nos pone en peligro a todos —terminó Cristian, por una vez sin ganas<br />

de intentar alusiones sexuales.<br />

Hugo suspiró:<br />

—No sé qué es más arriesgado, lo que hacemos o lo que dejamos de hacer.<br />

—Lo que dejamos de hacer —Álvaro no había dudado—. Ahí está el peligro. La<br />

única oportunidad que tenemos es obedecer… y cruzar los dedos. Hay que aguantar<br />

siete días. Ciento cuarenta y ocho horas de resistencia.<br />

—¿Estás seguro? —Andrea solo deseaba caer en un sueño profundo que la<br />

www.lectulandia.com - Página 57

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