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CAPÍTULO 21<br />
Sí. Alguien acababa de cerrar el portón de la parte inferior de la escalera, por lo que<br />
la incomunicación con el piso de arriba era completa. ¿Héctor u otro de sus<br />
compañeros?<br />
Cristian se preguntó si esa persona que se movía por las dependencias de la casa a<br />
aquellas horas pretendía con su maniobra aislarle de los demás.<br />
¿Me estoy volviendo paranoico?<br />
Porque también cabía la posibilidad de que el misterioso paseante nocturno no<br />
supiese que él había salido de su habitación; quizá se tratara de alguien que,<br />
simplemente, no conseguía dormir y había preferido dar una vuelta. Habría cerrado<br />
los portones, en tal caso, por si su movimiento molestaba a los durmientes.<br />
Rezó por que así fuera; lo hubiese dado todo por una justificación inofensiva.<br />
Aunque no pensaba fiarse; era demasiado peligroso.<br />
¿Y si gritaba avisando a los demás? Pero eso delataría su posición, cuando<br />
además ni siquiera estaba seguro aún de que corriera algún riesgo.<br />
Cristian se apartó de la puerta del baño, bloqueada con el pestillo, para buscar<br />
alguna escapatoria que no implicara cruzar el vestíbulo de las escaleras. En la pared<br />
opuesta, un ventanuco se abría a una especie de pequeño claustro que rodeaba un<br />
patio interior de la casa.<br />
No había más opciones.<br />
Cristian comprobó que si vaciaba los pulmones de aire podría pasar a través de<br />
aquel hueco. Ya tenía medio cuerpo fuera cuando unas pisadas se detuvieron al otro<br />
lado de la puerta del cuarto de baño. Alcanzó a percibirlas con un escalofrío. Alguien<br />
parecía seguirle los pasos.<br />
O eso, o alguno de sus compañeros recorría esa misma ruta por culpa de la puerta<br />
atascada del baño de arriba.<br />
Cristian insistía en buscar —con escasa convicción— una explicación racional a<br />
lo que estaba sucediendo.<br />
A continuación el pomo empezó a ser forzado, cada vez con más violencia. El<br />
pestillo no cedió.<br />
Unos golpes fuertes contra la puerta sucedieron a esos primeros intentos. Para<br />
entonces, Cristian ya se había descolgado por el ventanuco hasta aterrizar en el patio.<br />
El chico inició una silenciosa carrera hacia uno de los accesos que comunicaban las<br />
estancias interiores con el claustro. Cristian fingió que no escuchaba cómo su<br />
perseguidor astillaba la puerta de madera del baño, unos sonidos que le helaron la<br />
sangre.<br />
Ya no cabe duda. Viene a por mí.<br />
Gritó. Pero se encontraba al otro extremo de aquel caserón de macizas paredes y<br />
los portones de la escalera que conducía al piso superior permanecían cerrados. Su<br />
llamada de socorro no obtuvo respuesta.<br />
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