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Hyde - David Lozano Garbala

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una discusión y la mano agresora se había hundido en el sustrato de pote hasta<br />

desaparecer (¡sin llegar a tocar nada sólido!). E incluso había quien afirmaba que, en<br />

realidad, Esther se había quemado la cara en un incendio y ocultaba un semblante<br />

deforme. Los góticos del instituto, por su parte, defendían abiertamente que no tenía<br />

rostro, solo un molde que se quitaba para dormir. Ninguno de aquellos rumores, en<br />

cualquier caso, había hecho mella en los hábitos estéticos que Esther exhibía cada<br />

mañana. Ella menospreciaba a muchos de sus compañeros aunque, eso sí, se contaba<br />

entre las conquistas más recientes de Jacobo.<br />

Hugo nunca había hablado con ella. Advirtió entonces lo incomprensible del<br />

grupo de estudiantes que constituían: una adicta al maquillaje, un tímido patológico,<br />

una hippy demasiado aficionada a la hierba, un oscuro experto en videojuegos<br />

violentos, un repetidor borracho, un obseso sexual, una pija que despreciaba a todos y<br />

él mismo, demasiado centrado —tuvo que reconocerlo— en el deporte, una fijación<br />

que le llevaba incluso a controlar en exceso su alimentación.<br />

Vaya equipo. ¿De verdad habían superado todos ellos unas pruebas sobre lectura?<br />

¿De qué iba aquel experimento?<br />

El profesor apareció en ese momento. Los estudiantes lo observaron moverse con<br />

torpeza hasta un sillón que alguien había colocado frente a los asientos de ellos. Se<br />

recolocó las gafas de pasta, que le resbalaban por la nariz grasienta.<br />

—Buenas tardes —saludó, con una carpeta entre las manos, acomodándose—.<br />

¿Todo en orden? ¿Alguien ha tenido algún problema con las habitaciones?<br />

Nadie emitió ninguna queja excepto Cristian, que acababa de comprobar que en la<br />

sala no había cobertura.<br />

—Algún inconveniente debía de tener esta impresionante casa, ¿no? —contestó el<br />

profesor—. Bueno —su tono se volvió solemne—, ha llegado el momento de<br />

comenzar. ¿Preparados?<br />

Tomó aire, como si lo que se propusiese comentar fuera muy serio.<br />

Y empezó a hablar.<br />

Sueño 2<br />

Es sangre.<br />

Un charco de sangre oscura que empapa el suelo sobre el que descansan sus pies<br />

desnudos. Hugo nota la caricia turbia de ese fluido.<br />

Frente a él se extiende la sucesión infinita de puertas.<br />

Hugo ha regresado al escenario de sus sueños. Lo reconoce. Del charco nace un<br />

reguero que resbala hacia delante, el rastro de un cuerpo herido que se pierde por el<br />

corredor.<br />

Quiere huir, pero no puede. La sangre lo inunda todo a su alrededor, le guía<br />

hacia el horror que le aguarda más allá de la última puerta.<br />

www.lectulandia.com - Página 14

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