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CAPÍTULO 29<br />
Andrea tardó en dejar de correr. Para cuando su ánimo se lo permitió, estaba<br />
completamente perdida en las profundidades de la mansión. Todo le daba vueltas.<br />
Procuró frenar su respiración mientras se limpiaba el sudor de la cara con el dorso de<br />
la mano armada.<br />
Un silencio absoluto la rodeaba. Desde los ventanales se derramaba la luz<br />
mortecina del anochecer. Todo eran sombras.<br />
Habría vuelto a gritar, pero algo le decía, ahora que recuperaba la calma, que<br />
hacerlo resultaba muy peligroso. No convenía anunciar su llegada.<br />
Estaba sola. En una zona abandonada de la casa.<br />
Jacobo podía estar acechando en cualquier lugar.<br />
Andrea no conseguía quitarse de la mente la grotesca imagen de la cabeza<br />
ensangrentada de Héctor. ¿Quién era capaz de disfrutar con aquella atrocidad? ¿Qué<br />
pretendía el asesino con una exhibición así?<br />
Ya no cabía ninguna duda: el monstruo era Jacobo, su último crimen lo había<br />
delatado.<br />
Aunque, bien pensado… ¿Cuándo había sido decapitado Héctor?<br />
Álvaro todavía encajaba mejor con una carnicería semejante. Tal vez hubiera<br />
esperado hasta entonces para preparar el espectáculo y de ese modo alejar las<br />
sospechas de sí mismo.<br />
Todo era posible.<br />
Andrea, vacilante, estudió el panorama que se abría ante ella. Se encontraba en<br />
una sala muy amplia. Los ventanales que daban a esa estancia estaban cubiertos por<br />
unas celosías que la hacían sentirse observada. ¿Habría alguien tras esos enrejados,<br />
espiándola? Ella alzó el cuchillo, cuya hoja temblaba demasiado para resultar<br />
convincente.<br />
Ahora se arrepentía de haberse separado de sus compañeros. Allí, sin ellos, se<br />
sentía todavía más vulnerable.<br />
Localizó el interruptor más próximo, pero no se atrevió a pulsarlo por miedo a<br />
señalar su posición. La luz que se filtraba a través de los ventanales permitía una<br />
penumbra suficiente.<br />
Bien, se dijo. Es momento de concretar la ruta a seguir. Tengo que salir de aquí<br />
cuanto antes.<br />
Entonces, escuchó el ruido.<br />
Andrea, muy quieta, no tuvo que pensar para saber con certeza que lo captado era<br />
un sonido humano: en alguna zona próxima, el entarimado del suelo había crujido.<br />
No se trataba del típico ruido de las casas viejas, que parecen cobrar vida conforme<br />
pasan los años. No. Lo que había oído lo había producido algo pesado que se movía;<br />
alguien se encontraba cerca.<br />
Volvió a captar otro ruido.<br />
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