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—Mola —susurró Andrea.<br />
—Usted habla de mensajes que recibimos, pero de los que no nos damos cuenta<br />
—dijo Hugo—. ¿Eso es posible?<br />
—Yo os hablo de contenidos que sí percibe nuestro cerebro, Hugo, aunque de un<br />
modo tan sutil que no nos percatamos de ello —afirmó el profesor—. Es posible,<br />
pero no legal.<br />
—¿Cómo? —preguntó Cristian, apartándose el flequillo—. ¿Cómo se hace eso?<br />
—La publicidad subliminal puede emplearse en cine, Internet y televisión. Juega<br />
con imágenes rápidas, basándose en una característica del ojo humano: su lentitud a<br />
la hora de registrar lo que queda en su radio de visión.<br />
»Para que nuestros ojos perciban imágenes de forma consciente, estas deben<br />
llegarles a determinada velocidad. En el cine, por ejemplo, asistimos a un ritmo de<br />
proyección de veinticuatro fotogramas por segundo. Si esos fotogramas se sucedieran<br />
demasiado rápido, los veríamos, pero sin asimilarlos. Es decir, no nos habríamos<br />
dado cuenta de que los hemos visto. ¿Me seguís? —todos los oyentes del profesor<br />
hicieron un gesto afirmativo con la cabeza. Incluso Héctor—. Por tanto —prosiguió<br />
Vidal—, si pretendemos coger desprevenido al espectador, bastará con intercalar una<br />
imagen distinta en medio de las que componen la serie lógica de fotogramas de lo que<br />
está viendo, pero a mucha más velocidad; por ejemplo, a una tresmilésima de<br />
segundo. Esa imagen añadida será invisible para nuestros ojos, pero el cerebro sí la<br />
registrará. No notaremos nada extraño, pero el mensaje ya ha entrado en nosotros por<br />
la vía del subconsciente.<br />
—O sea —tradujo Diana—, no nos damos cuenta pero el mensaje llega a nuestro<br />
cerebro.<br />
—Exacto —convino el profesor—. Si nuestro mensaje subliminal cuenta con<br />
ingredientes potentes y el sujeto receptor ofrece una personalidad manipulable,<br />
tenemos el éxito garantizado.<br />
—¿Y eso se ha hecho? —quiso saber Jacobo.<br />
—Ha habido experimentos en esa dirección, sí. Por ejemplo, en un cine de<br />
Estados Unidos, durante la proyección de una película, intercalaron imágenes<br />
subliminales de Coca-Cola estimulando su consumo. A la salida de la película se<br />
comprobó que la compra de ese producto había aumentado en un alto porcentaje.<br />
—¡Flipante! —exclamó Cristian—. La gente salió de la peli con la imagen de la<br />
Coca-Cola en la cabeza y pensó que les apetecía…<br />
—Cuando en realidad no era cierto —concluyó por él Diana.<br />
—Es genial —opinó Álvaro—. Y muy útil.<br />
Hugo se preguntó en qué utilidad estaría pensando su compañero. Seguro que en<br />
ninguna normal.<br />
—¡Cómo nos manejan! —Jacobo alucinaba—. Acojona un poco, la verdad.<br />
Porque si se puede estimular a eso, se podrá estimular a hacer cosas mucho peores…<br />
Ahora Álvaro asintió con una sonrisa, como si enlazara aquella conclusión con<br />
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