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hermano?<br />
Brotaron las lágrimas. Aunque su pulso seguía firme, la coraza de Diana<br />
empezaba a perder solidez. Para Hugo fue como si ella recuperara la forma humana.<br />
La chica empezó a bajar el arma.<br />
—Suelta la pistola, Diana. Terminemos con esto.<br />
Pero ella se resistía a esa última rendición. Durante aquellos minutos no había<br />
apartado la vista de Hugo ni un instante. Y en sus ojos se leía todavía una rabia<br />
contenida que no había sido satisfecha.<br />
El apetito de venganza aún palpitaba en aquella mente obsesiva.<br />
—Suelta la pistola. Por favor.<br />
Bonita voz, se dijo Hugo. Grave, envolvente. La voz de un negociador<br />
profesional.<br />
¿Por qué me fijo en eso si estoy a punto de morir?<br />
A punto de ser asesinado por la persona a la que he empezado a amar.<br />
Un silencio absoluto sucedió a la segunda petición. Todos allí quietos, tensos,<br />
como si bajo sus pies se extendiera un campo de minas. Nadie se atrevía a llegar más<br />
lejos. Las consecuencias de un error serían fatales.<br />
Y ese dedo femenino que seguía rozando el gatillo.<br />
Hugo temblaba. Imaginó el proyectil que lo mataría, lo vio salir del arma para<br />
impactar contra su pecho. Incluso recreó el olor a pólvora, la detonación, el calor<br />
húmedo de la sangre, su corazón reventado. No soportaría mucho más aquella<br />
situación. Su equilibrio estaba a punto de desintegrarse. Había llegado al límite. Era<br />
el fin. Su mirada se cruzó con la del segundo policía. Imaginó sus caras cuando<br />
descubrieran la masacre que había tenido lugar en la casa. Y se repitió por enésima<br />
vez que no quería convertirse en el cadáver número ocho.<br />
Por favor, tira la pistola. Diana, tira la pistola. Déjame vivir.<br />
Más minutos de silencio, de pulso.<br />
Y lo hizo. Ella soltó por fin su arma, que aterrizó en el suelo junto a sus pies.<br />
—Bien, Diana. Lo estás haciendo bien. Ahora —ordenó el inspector— apártala<br />
de una patada. Hacia mí.<br />
Diana obedeció. En cuanto lo hizo, Millán se abalanzó sobre ella de un salto. Se<br />
disponía a esposarla cuando la joven se revolvió con una fuerza sorprendente y,<br />
separándose del detective, se lanzó contra Hugo, esgrimiendo un pequeño puñal que<br />
acababa de sacar de un bolsillo.<br />
La oscuridad se rebelaba en su interior.<br />
El chico llegó a ver el fogonazo de locura en los ojos de su compañera y logró<br />
apartarse a tiempo. Diana, sin embargo, no tuvo margen para reaccionar y se precipitó<br />
contra la vieja ventana de madera, que no logró frenar su furiosa acometida. El marco<br />
se hizo astillas, el cristal estalló y Diana se precipitó al exterior desde una altura de<br />
ocho metros.<br />
No se escuchó ni un grito.<br />
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