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Hyde - David Lozano Garbala

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—¿Y ahora qué hacemos, inspector? Porque Querol no ha tenido la consideración<br />

de facilitarnos la identidad de su cliente…<br />

—Arranca —ordenó Lázaro—, hay que localizar al director del instituto. Él<br />

reconocerá este rostro. Estamos ya muy cerca, solo espero que lleguemos a tiempo.<br />

—De momento no ha salido nada en las noticias, así que con un poco de suerte no<br />

se ha llegado a emplear el material adulterado.<br />

—Ojalá, Millán. Ojalá.<br />

Hugo se movía por el corredor procurando que las pisadas no delataran su avance.<br />

Sostenía con fuerza el hacha, asustado ante la posibilidad de un encuentro con su<br />

compañero fugitivo.<br />

Jacobo era más fuerte, y si encima estaba rabioso… No se vio con demasiadas<br />

posibilidades en un cuerpo a cuerpo.<br />

Comprobó el siguiente tramo, atento a cualquier señal de alarma. La casa nunca le<br />

había parecido tan siniestra. Jacobo acechaba cerca, lo presentía.<br />

Llegó junto a un ventanal entornado y, en el preciso instante en que se disponía a<br />

pasar por delante, sintió cómo una sombra se inclinaba sobre él: el asesino de<br />

Cristian, que aún no le había detectado, se asomaba para entrar en la casa.<br />

Sí, era Jacobo.<br />

Fuerte, ágil, con un cuchillo de grandes dimensiones en la mano.<br />

Estaba sucio y su semblante mostraba una expresión ansiosa.<br />

Todo sucedió muy rápido, Hugo no tuvo tiempo de pensar: para cuando quiso<br />

darse cuenta, tenía a su lado la figura del compañero, que al notar su presencia se<br />

había girado hacia él levantando el arma.<br />

Los dos se identificaron mutuamente como atacantes; Hugo no pensó ni supo leer<br />

otra cosa en el rostro sorprendido de Jacobo. Simplemente sintió que se le echaba<br />

encima y, como acto reflejo ante la amenaza, se limitó a empujar su brazo armado<br />

con la energía del miedo. Jacobo no esperaba aquel primer movimiento ni su fuerza.<br />

Para cuando Hugo tomó conciencia de lo que estaba ocurriendo, ya había hundido el<br />

hacha en el vientre de su compañero, que cayó de rodillas perdiendo el cuchillo.<br />

Hugo se quedó mirándolo, sin dar crédito a lo que acababa de ocurrir. ¿Por qué no<br />

había reaccionado Jacobo de un modo más agresivo? Le dio miedo concluir que lo<br />

que pretendía el desterrado no era hacerle daño, solo defenderse. Soltó el hacha.<br />

Tal vez el repetidor no se movía por la casa para saciar sus impulsos, como él<br />

suponía.<br />

La sospecha de la equivocación invadió la mente de Hugo, que contempló sus<br />

manos vacías con remordimiento. Jacobo agonizaba en el suelo.<br />

Él lo había matado. Por fin, Hugo había sucumbido al experimento. Al creer que<br />

su vida estaba en juego, había matado a un compañero.<br />

Sus manos estaban manchadas de sangre.<br />

Había sucedido.<br />

www.lectulandia.com - Página 144

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