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Hyde - David Lozano Garbala

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Hugo captó en su expresión cierta melancolía.<br />

—¿Por qué has elegido este sitio? —Diana estudió a Álvaro con detenimiento y el<br />

chico supo leer en su semblante la intención de la pregunta—. No estabas leyendo.<br />

—No, no he venido para leer. Si lo que te preocupa es que no cumpla el perfil que<br />

nos ha traído a todos a esta casa, puedes estar tranquila. Me gusta el ambiente<br />

acogedor de las bibliotecas, eso es todo, así que mi presencia aquí no me hace más<br />

sospechoso que los demás.<br />

—Entiendo.<br />

—¿Cómo lo lleváis vosotros?<br />

Hugo y Diana se miraron.<br />

—Como podemos —Hugo pasó los dedos por los lomos polvorientos de los<br />

volúmenes que sobresalían de una estantería—. Libros. Me han advertido a menudo<br />

de las malas consecuencias de no leer, pero nunca imaginé hasta qué punto tenían<br />

razón. Si lo llego a imaginar…<br />

Diana y Álvaro se echaron a reír.<br />

—No leer puede ser letal —el chico soltó una nueva carcajada—. ¡Lo de Vidal sí<br />

es animación a la lectura!<br />

Hugo contempló la absurda escena que protagonizaban en ese momento. Tres<br />

adolescentes riendo en mitad de la noche, rompiendo el silencio con la música de<br />

fondo de Clint Mansell, bajo el resplandor de las lámparas de tulipa verde. Y aquel<br />

escenario rebosante de libros completaba el conjunto, una ironía más. La estancia que<br />

ocupaban se alzaba como una isla en medio de las tinieblas. Minutos de paz, de<br />

extraña complicidad surgida del miedo. Instantes de compañía frente a la desolación<br />

que iba derramándose a su alrededor. La muerte acechaba. Cualquiera de ellos podía<br />

transformarse en el monstruo de esa nueva madrugada, pero algo les decía que, al<br />

menos durante aquel lapso de tiempo en esa segunda noche, allí, juntos, estaban a<br />

salvo. Tregua en un oasis. El miedo se había quedado en el pasillo. Luego regresarían<br />

a sus habitaciones, se rompería el encantamiento, volverían a territorio hostil. La<br />

confianza habría muerto. Volverían a observarse como desconocidos, a mantener las<br />

distancias. Pero hasta entonces…<br />

—¿Sabes, Diana? Yo también perdí a un hermano —reconoció de pronto Álvaro<br />

—. Y también ahogado. En una piscina.<br />

—Vaya… —ella, descolocada, no supo qué responder—. Lo… Lo siento.<br />

Hugo, a su lado, se había quedado con la boca abierta. ¿A qué venía aquella<br />

confidencia?<br />

—Yo era muy pequeño —continuó el otro chico, ajeno al asombro de sus<br />

compañeros— y se trató de un accidente, así que no pretendo decir que sé lo que has<br />

debido de sufrir tú. Lo que sí conozco es la huella que deja una ausencia definitiva en<br />

la familia. Ya nada vuelve a ser igual.<br />

Diana tragó saliva. Era evidente lo mucho que le seguía costando hablar de<br />

aquello.<br />

www.lectulandia.com - Página 91

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