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I Premio de Arquitectura Miguel Martín-Fernández de la Torre

Primera edición del Premio de Arquitectura Miguel Martín-Fernández de la Torre. El objetivo de este premio es reconocer la calidad de las obras y los trabajos arquitectónicos realizados en Gran Canaria entre los años 2008 y 2017 en cada una de estas categorías: obra nueva residencial, obra nueva otros usos, rehabilitación y restauración, diseño interior y diseño urbano y paisajismo. Los premios llevan el nombre del ilustre arquitecto Miguel Martín-Fernández de la Torre (Las Palmas de Gran Canaria, 1894-1980), figura fundamental en la historia de la arquitectura española en el periodo racionalista y principal representante de este movimiento arquitectónico en Canarias

Primera edición del Premio de Arquitectura Miguel Martín-Fernández de la Torre.

El objetivo de este premio es reconocer la calidad de las obras y los trabajos arquitectónicos realizados en Gran Canaria entre los años 2008 y 2017 en cada una de estas categorías: obra nueva residencial, obra nueva otros usos, rehabilitación y restauración, diseño interior y diseño urbano y paisajismo.

Los premios llevan el nombre del ilustre arquitecto Miguel Martín-Fernández de la Torre (Las Palmas de Gran Canaria, 1894-1980), figura fundamental en la historia de la arquitectura española en el periodo racionalista y principal representante de este movimiento arquitectónico en Canarias

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la que más invita a la creatividad. La luz, procedente en

su mayoría del cuadrilátero de la azotea que funciona

como un faro invertido, tiene una importante presencia

en todo el edificio.

La participación y la arquitectura

Pero donde creemos que reside el verdadero valor de

este edificio es en su uso. Una escultora que estaba

impartiendo un curso en el sótano del centro cultural

nos comentó: “Lo que más me interesa de este edificio

es el carácter ambiguo de sus espacios” y se explicaba:

“al entrar aquí el espacio no te predispone a hacer esto

o aquello” “posee un carácter neutro muy interesante

para la creación”.

En este edificio “ambiguo” es dónde los niños de infantil

del colegio hacen gimnasia, se reúnen diferentes

colectivos vecinales, se celebran las Juntas de Distrito,

se realizan ensayos de teatro, conciertos musicales,

exposiciones, talleres, cursos, meriendas, etc. Aquí se

han puesto urnas para celebrar un referéndum, se han

rodado anuncios, se han celebrado eventos varios,

mítines, encuentros. No sería posible con un programa

de usos, anticiparnos a la cantidad de cosas diferentes

que alberga este centro. Precisamente en su libro

Architecture Depend, el teórico Jeremy Till nos traslada

ese carácter dependiente de la arquitectura que le

impide prefigurar los usos que se deben albergar en

el espacio. En estos últimos años hemos asistido a un

desfile de perfiles técnicos, profesionales, artísticos,

que han visto en estos espacios los lugares donde

desarrollar actividades, a cual más insólita.

Lo que originalmente se planteó como un edificio para

la participación ciudadana, más relacionada con el

debate y la palabra, se ha convertido en un lugar para la

participación del barrio en todas sus dimensiones. Esto

nos invita a reflexionar sobre la necesidad de recuperar

ese carácter ambiguo de los espacios, que sin duda

poseía la arquitectura hasta el siglo XIX. También nos

da pie para reivindicar que cada barrio disponga de

un tagoror del siglo XXI, que contenga unos espacios

propicios para dicha participación.

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