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El Alto 24
Performance y Activismo Queer en Tiempos de Ni Una Menos y Trans-Feminismos
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Entrenar la Fiesta, ORGIES © Nicolas Dodi
(design/diseño: Julián Dubbie)
y los derechos reproductivos (Ni Una Menos,
La Campaña, y otras), nos exigen pensar cómo
las fuerzas y transformaciones que atraviesan
nuestras corporeidades en lucha no ignoran ni
callan las vulnerabilidades expuestas a flor de piel
en la calle. Todo lo contrario, nos exigen volver
a acercarnos e inventar a la vez una sensación
y un concepto de “cuerpo” como una
composición heterogénea de fuerzas y
vulnerabilidades, de movimientos y quietudes,
de acciones y escuchas. Si la frase tan trillada
de Spinoza, “nadie sabe lo que puede un cuerpo”,
se volvió viral en las luchas y también en los
textos y las aulas, no hay que olvidarse que va
acompañada de un concepto no sustancial de
cuerpo, sino que se trata de un cuerpo que es
composición híbrida de relaciones de fuerzas, de
movimiento y de detención, cuya perseverancia
en existir hay que pensar en el tiempo, tanto o
más que en el espacio.
Paramos”, las muchas preguntas con la explosión
del grito atragantado por demasiado tiempo,
el silencio y las muchas palabras buscando paso,
los abrazos y las risas a carcajadas fruto del
encuentro.
Lo que está pasando, los paros y las marchas, no
se resumen en un emoticón, no entran en una
selfie, aunque los presupongan como parte de
su poder interpelativo… En ese día en el que
nos propusimos suspender las actividades de la
jornada, sin saber si realmente es posible parar
para quienes realizan trabajos precarizados (o
para quienes se ocupan de tareas llamadas de
“cuidado” y que más bien aprendimos a nombrar
como trabajo no reconocido de la reproducción
de la vida) la potencia que se siente al volver
sensible todos los gestos que sostienen el mundo
y que nadie ve no es una coraza de guerrerx
segurx de la victoria final.
Porque en el contexto de Ni Una Menos, esas
treinta-cuarenta personas que eran parte de
Escena Política se quedaban cortas. Pero aun
así… es necesario explotar también el modo en
que hacemos performance de género cuando
estamos en las marchas, la manera en que
obedecemos aun cuando transgredimos. Escena
surgió para protestar por el cierre de espacios
para la danza-espectáculo y se transformó en
un espacio donde el cuerpo, la cuerpa, tomó el
centro de la escena, centro biopolítico dentro de
la protesta sobre política económica. Propiciar
una intersección entre feminismos y política
queer. Un vamos por todo.
Nos proponemos pensar en términos de
performance las problemáticas y las emergencias
de prácticas en torno a la corporeidad, en un
ida y vuelta entre las calles y las escenas de la
Argentina reciente. Nos proponemos aquí, en
este re-encuentro, dar-nos cuenta de algo
de este paisaje en cuanto está atravesado
fuertemente por olas feministas, las marchas
Ni Una Menos y las prácticas de asambleas y
de paro de mujeres que surgieron de ellas, la
marea de pañuelos verdes que con fuerza
hizo presente la larga trayectoria de la
Campaña por la Legalización del Aborto, las
muchas movilizaciones e intervenciones de las
comunidades trans en torno a la experiencia
corporal y política que implica habitar y dar
cuerpo a los umbrales de las identidades de
género. Estas prácticas y expresiones nos
desafían a situarnos desde un adentro/afuera
de la perspectiva que se ha ido tramando
entre gestos, identidades, corporeidades y
performances estéticas, es decir aquellas que
plasman y transforman el estrato de lo sensible.
Si las acciones y las voces de los transfeminismos
van transformando muchas vidas, es
también en cuanto transforman nuestras cuerpas
y percepciones en una transversalidad de
problemáticas: raciales, económicas, territoriales,
financieras, emocionales, físicas, colectivas, etc.
Después de una temporada de conquistas
como el matrimonio igualitario (2010) y la ley
de identidad de género (2012)—conquistas
amasadas por el trabajo de colectivas y lideresas
como Lohana Berkins y Diana Sacayán— las
grandes marchas contra la violencia de género
El 13 de junio de 2018 a la tarde, en un escenario
instalado en la Avenida Callao, a 300 metros
del Congreso donde se iba a debatir la Ley de
Interrupción Voluntaria del Embarazo, una de
las militantes de la Campaña por el Derecho
al Aborto, probando el micrófono mientras
empezaba a llegar gente que iba pronto a ocupar
toda la avenida, abrió con esas palabras: “Hoy es
un día que nos da ganas de reírnos y de llorar al
mismo tiempo”.
Justo unos meses antes, escuché una frase
parecida: “¡Ay! No sé si ponerme dura, reír o
llorar…” dijo, sorprendida la chica que caminaba
al lado mío el 8 de marzo de 2017 durante el Paro
Internacional de Mujeres. Con su pancarta hecha
a mano, en el momento en que después de un
largo rato de caminar juntas sin conocernos, casi
sin mirarnos pero “juntas” en más de un sentido,
me pidió que le sacara una foto. En el momento
del “clic” de su celular se sintió confundida,
no sabía qué cara poner… silencio, nos miramos.
Es cierto, ni ella ni yo, ni ninguna de nosotras
sabíamos bien qué cara poner. Se nos mezclan las
ganas de llorar con la piel de gallina, la rabia con
la sensación de potencia enorme de “Nosotras
La aparición de cuerpas amenazadas, cuya
existencia básica (derecho a la vida) debe ser
defendida, espejo expresivo de las noticias
diarias sobre casos de femicidio (asesinatos
en el ámbito de pareja, familiar, en espacios
cotidianos) plantea el desafío de cómo subrayar
la vulnerabilidad sin que eso se transforme en
menos salidas, menos fiestas, más miedo, más
dependencia, más vivir bajo tutela policial. “No
nos cuidan, nos tenemos”.
Con una frecuencia mensual o bimensual, el
colectivo ORGIE (Organización Grupal de
Investigaciones Escénicas) da cita desde hace
más de un año para una fiesta, un calentamiento,
un baile, pensados desde su práctica escénica.
En lo que llaman Entrenar la Fiesta, organizan
y componen un cuerpo a cuerpo que busca
expandir los límites de nuestros movimientos
corporales. En este momento, como lo fue
en otros, la fiesta deviene terreno urgente de
in(ter)vención política. Si el artista Roberto
Jacoby pensaba la fiesta como “estrategia de la
alegría” al final de la dictadura cívico-militar en