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Sonó un estruendo, tan parecido al ruido que hacían los rayos, que en
principio se pensó que era uno de ellos, pero de repente los datos de las
pantallas empezaron a dispararse y miró hacía la máquina para ver
como empezaba a acumularse la energía en su centro, el cual crecía a
cada instante, formando una bola de energía. ¡Se estaba descontrolando!,
su cara se puso blanca por el pánico, que en este momento le había
invadido, se quedó tan quieto como una estatua pudo ver como los asistentes
al evento corrían despavoridos de miedo.
Algunos compañeros de profesión le gritaban cosas como: «Apágalo»,
«Rápido, apágalo», «Nos vas a matar a todos loco». Vio como intentaban
buscar un cable que desconectar o algo parecido a un botón que pulsar.
Pero cuando no encontraron nada que pudiese detenerla corrieron hacia
él para decirle:
–¡Dinos como se puede parar! ¡Rápido! –demandaban al unisonó.
–N…no… –tragó saliva y respiró con dificultad para poder articular
las palabras que en ese momento retumbaban en su mente–. No se puede
parar… Ahora mismo tiene suficiente energía para ser aa…autónoma.
Nos… nos matará a todos… –los rostros de sus compañeros se pusieron
tan pálidos como el suyo y se quedaron allí petrificados.
Su mente pensó aquello que sus labios ya no podían seguir articulando:
no solo nos matará a nosotros, sino a todos, al mundo, con una fuerza
superior en un millón de veces a la de la bomba nuclear más potente
que jamás se hubiese visto.
¡Adiós mundo! ¡Lo siento! –pensó, mientras una lágrima caía por su
mejilla y veía como la energía seguía acumulándose para culminar en
una gran explosión.
E S
2013
P Ú B L I C O
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