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E S
2012
P Ú B L I C O
170
Nada más llegar a su casa encendió la televisión.
–¿Dónde está Willy? Preguntó.
–Esto es una locura.
–No –alegó él.
–Lo mismo decías cuando…
Una tensa mirada hizo que la mujer no terminara su frase. Escucharon
el reportaje televisivo:
«La máquina desarrollada hace dieciocho años por un grupo de investigadores
estadounidenses liderados por el prestigioso doctor McCulkin
permitió la expansión de los polémicos niños a la carta. Actualmente,
distribuidas por todo el globo, diez sedes ofrecen sus servicios a los padres
del mañana para obtener los descendientes de sus sueños. Una de
ellas ha sido saboteada hoy. Sumidos en una gran crisis económica, estos
modelos sociales obtendrían el premio Nobel de Medicina en 2098. Sin
embargo, seis de los siete investigadores que formaban el grupo decidieron
pedir el derecho al suicidio. Antes de que esto ocurriera, habían declarado
que el abuso de esta nueva técnica no tardaría en llegar, como
consecuencia del nulo apoyo legal existente. Actualmente, sólo el doctor
McCulkin sigue con vida aunque en paradero desconocido. El máximo
dirigente a nivel mundial, el Presidente de las Siete Naciones, resta importancia
a la figura de este científico afirmando que su labor hacia la sociedad
ya ha finalizado».
–Se lo debo –susurró el hombre con el fin de darse ánimos–. Mi trabajo
no ha hecho más que comenzar.
Cinco meses más tarde, las noticias anunciaban la gravedad de la situación:
nueve de las diez máquinas diseñadas y construidas por McCulkin
habían sido destruidas por ataques terroristas. La policía no lograba seguir
una pista fija ya que cada vez las grabaciones mostraban individuos
distintos.
«El día 25, el Presidente de las Siete Naciones visitará el único centro
de nuevos embriones que queda tras los ataques» anunció el telediario.
–Debemos rendirnos.
La mujer había bajado al sótano. Su marido estaba preparando un
explosivo con la ayuda de Willy, que se tuvo que ir instantes más tarde.
–Algunos podrían beneficiarse de la máquina…
–Ya lo intenté, pero la ley no quiso poner fronteras.