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E S
2011
P Ú B L I C O
190
Necesidad de seguir sintiendo caricias, experimentando placer. Necesidad
de notar como la piel de la espalda siente la ropa sobre ella y
desearía que el roce no fuese de un tejido sino de otra piel. Necesidad de
sentir la piel de los muslos estremecerse. Necesidad de notar como ese
calor de la cara se propaga por todo su cuerpo, colmándolo de pasión.
Pero saben que no pueden pasar de ahí, las instrucciones son claras:
como mucho pueden tocarse las manos.
Se contienen. Reprimen el ansia de acariciarse la cara, de levantarse
y abrazarse. Y dedican toda su atención a lo único que les está permitido.
Y se atraviesan con la mirada mientras sus dedos continúan indagando,
escudriñando cada rincón de esas manos fascinantes, de esos dedos
capaces de regalar tanto deleite.
Su respiración se vuelve entrecortada y les falta el aliento. No existe
nada a su alrededor, el mundo ha desaparecido.
Sólo hay placer.
Y ahora ya no querrían que les dejasen pasar de ahí. Ahora no pueden
ni imaginar que les ordenasen hacer otra cosa que no fuese permanecer
así, rozándose apenas. Ahora sólo son ellos, sólo su tacto, sólo sus
ojos y su placer. Ese inmenso placer que ocupa tanto que parece que no
van a poder soportar más.
La sensación en su interior es casi dolorosa, pero la soportan.
Pasado un tiempo indefinido que para ellos ha sido infinito, él siente
que el placer se le empieza a escapar, que no cabe en su cuerpo y necesita
salir.
En ese momento siente un impulso. Decide no frenar el capricho de
estrechar el cuerpo de ella contra el suyo.
Sin soltar su mano se levanta, rodea la mesa y tira ligeramente de ella
acercándola a su cuerpo.
Se miran. Sonríen. Saben que están incumpliendo las normas.
Se abrazan.
Ahora el placer casi desgarrador, que se estaba convirtiendo en desasosiego,
se transforma en gozo, en consuelo. Se sienten felices y calmados.
De pronto se abre la puerta de la sala y entra la directora.
Ellos no se separan, no pueden. Saben que el experimento ha fracasado
y tendrán que irse a casa. Pero sonríen con los ojos cerrados. Ahora
nada les importa.