Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
de detener al asteroide, muchos gobiernos habían optado por evacuar al
mayor número posible de personas. Pero ¿de dónde sacar la energía
necesaria para mandar al espacio a millones de seres humanos? ¿Dónde
meterlos en caso de conseguir llevarlos hasta las órbitas?
La extropía fue la solución. Durante decenios se había especulado con
la posibilidad de copiar en soporte digital la mente humana; traducir la
consciencia a binario. Y lo habían logrado. Dado que nada podía ya
evitar que Teris arrasara todo rastro de civilización, el gobierno sacó una
copia de seguridad de la gente que resultaba valiosa por uno u otro motivo.
Copió durante años nuestros procesos mentales gracias a los dispositivos
que nos habían instalado. Cuando desperté de aquella operación
ya no estaba en mi soporte natural. Seguía siendo yo, pero me habían
evacuado. Me dormí en un cerebro biológico y desperté en un soporte
informático.
Habían fabricado un asentamiento espacial dotado de un formidable
arsenal biotecnológico e informático destinado a recibirnos. Una
pequeña ciudad espacial automatizada. Un albergue para la cultura y
la civilización humanas, no para la carne humana, condenada a desaparecer
sin remedio. Seríamos inteligencia en estado puro, seríamos
un arca de Noé a la espera de que las cosas mejoraran. Nos encomendaron
la tarea de conservar aquí arriba la información genética de lo
que había sido la especie humana, además de la de todos los animales
y plantas que un día nos habían acompañado. También seríamos enciclopedias,
compendios y guardianes del saber humano. Nuestra misión
sería reconstruir la biosfera y la civilización cuando los efectos del impacto
hubieran remitido.
Elena siguió existiendo. La operación no la anuló, simplemente sacó
una copia de su personalidad: yo. Ella seguramente nunca comprendió
para qué le habían hecho todo eso. Probablemente siguió viviendo hasta
la explosión pero no puedo deciros con seguridad qué pasó con mi cuerpo
ni cuando murió con exactitud.
Vimos llegar a Teris como una locomotora desbocada. Desde aquí
arriba pudimos contemplarlo precipitándose hacia la atmósfera y encenderse
como una antorcha aceitosa. Su descenso duró muy poco, apenas
unos minutos. Siguió una trayectoria oblicua hasta precipitarse contra las
llanuras pedregosas de Asia Central. Tuve ganas de llorar pero eso era
E S
2012
39