Poetas La LITERATURA NOS HABLA DE LAS MUCHAS FACETAS DEL CONSUMO DE ALCOHOL: la alegría, el sufrimiento, el disfrute, la fascinación y la fuerza de destrucción del exceso abundan en numerosas obras y biografías de los últimos siglos. Pero es cierto que las prioridades cambian. Ein Un brindis Hoch auf por die la Poesie: poesía: Charles Charles Bukowski recarga tankt Inspiration inspiración während durante einer una lectura Lesung en in Paris París (1978) 52 REVISTA DRÄGER 8 | <strong>ES</strong>PECIAL
EMBRIAGADOS <strong>ES</strong>CRITOR<strong>ES</strong> FOTOGRAFÍAS: SOPHIE BASSOULS / SYGMA/CORBIS; PETER-ANDREAS HASSIEPEN / HANSER Benjamin von Stuckrad-Barre toma su última cerveza camino de la desintoxicación. Un último trago. Según él mismo afirma, este escritor, uno de los más famosos de Alemania, es alcohólico abstinente desde hace años. Tras años de continua embriaguez tuvo que afrontar el viaje hacia la clínica de rehabilitación, un viaje en el que Johann Wolfgang von Goethe, E. T. A. Hoffmann o Charles Baudelaire también habrían tenido plaza, acompañados de Edgar Allan Poe, Ernest Hemingway, Charles Bukowski, Oscar Wilde, Jean Paul y Jack London. Cabellera verde Habrían sido un grupo de terapia y debate de lo más ilustre. Goethe, de quien se dice que tomaba dos o tres botellas de vino diarias y cuya esposa, Christiane, sucumbió al alcohol mientras él seguía bebiendo imperturbablemente en su jardín de Weimar; Baudelaire, que admitió haberse teñido el pelo de verde bajo los efectos de su droga diaria, la absenta, que combinaba con opio, o Hoffmann, que por las noches avivaba sus fantasías con ponche y vino. Todos ellos se habrían sentado unos junto a otros y habrían decidido decir «No, gracias» cuando en el futuro alguien les ofreciera una copa de licor. Y, por supuesto, es probable que todos ellos hubieran vivido 20 o 30 años más exceptuando, claro está, a Goethe, quien, a pesar de pasar más de 60 años abusando del alcohol, alcanzó los 82 años de edad. Tampoco Hoffmann habría fallecido a los 46 años víctima de una cirrosis, ni Wilde habría compartido con su última visita, poco > «Casi todas las novelas policíacas solo pueden leerse con alcohol» MICHAEL KRÜGER es autor, director y editor. En su sátira científica Literatur & Alkohol Krüger ha creado una lista no especialmente seria sobre literatura alcohólica posible y real. Señor Krüger, como autor y editor, ¿es cierto que se escribe mejor bajo la influencia del alcohol? Mejor no, pero tal vez sí con más facilidad. La historia nos habla de escritores que solo podían escribir en esas circunstancias, aunque esto es así desde la antigüedad: cuando Dios se suelta la lengua habla a través del escritor. Pero nuestras actuales relaciones burguesas ya no contemplan esto así, puesto que el alcohol se ve como una droga y una sustancia tóxica. Como editor, cuando lee un manuscrito, ¿reconoce si un autor ha bebido? No. Si bien el alcohol suelta la lengua, yo no puedo ver eso en el manuscrito. Es posible que sin el alcohol jamás hubiese llegado hasta mí, pero como lector no puedo saberlo. El alcohol suele relacionarse con los escritores. ¿Es posible que simplemente se perciba su consumo con mayor claridad? Es probable. No creo que entre los escritores se beba más que entre personas de otros gremios. Hoy en día se bebe de una forma tremenda, especialmente los jóvenes, y Dios sabe que no son ningunos poetas. Pero esta relación entre el alcohol y el frenesí creativo debe venir de algún sitio... Que el alcohol sea algo habitual entre escritores es incuestionable, ya que también es una forma de calmar el miedo al fracaso. El oficio del escritor profesional no resulta nada sencillo precisamente por este miedo al fracaso y por la pregunta de si realmente vale para algo aquello que ha escrito. El alcohol puede liberar de ese miedo. Muchos lectores asocian también una copa de tinto con un libro. ¿Es posible que el vino haga volar la fantasía y facilite la inmersión en la historia? La cuestión aquí es por qué se lee. Si es por la noche, para relajarse, no me parece descabellado. La mayoría de las novelas policíacas son tan malas que la única forma de leerlas es con alcohol y al día siguiente ya se ha olvidado lo que se leyó la noche anterior, lo que tampoco es realmente tan malo. Sin embargo, como editor, no puedo beber mientras leo, ya que esto nublaría mi juicio. Para mí, leer es un trabajo, y eso solo puede hacerse sobrio. REVISTA DRÄGER 8 | <strong>ES</strong>PECIAL 53