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Budismo y dzogchén 15<br />
samsara—. (3) A cada instante nos sentiremos amenazados por la posibilidad de perder<br />
aquello a lo cual nos hemos aferrado; en consecuencia, nuestros logros se transformarán en<br />
fuente de ansiedad y angustia. Y así sucesivamente.<br />
Sin embargo, constantemente intentamos colmar nuestra sensación de carencia<br />
tratando de lograr que otros proyecten en nosotros un alto grado de valor, con el cual<br />
pensamos que lograremos llenar el vacío interior que surge de sentirnos separados de la<br />
plenitud <strong>del</strong> universo. Uno de los medios que empleamos para tratar de lograr que otros nos<br />
valoren, consiste en adaptarnos a nuestra sociedad o nuestro grupo social y encarnar los<br />
valores por ellos compartidos, con el objeto de lograr que se proyecte en nosotros el valor<br />
que los miembros de dicha sociedad o grupo han puesto en dichos valores. No obstante,<br />
jamás lograremos que todos nos aprecien continuamente —y, mientras más dependamos<br />
<strong>del</strong> reconocimiento de otros, más angustiados viviremos ante la posibilidad de que se nos<br />
ignore, se nos rechace, se nos desprecie, se nos considere negativamente o se nos odie. 28<br />
El deseo de ser valorados se encuentra también en la raíz <strong>del</strong> enamoramiento:<br />
deseamos ser lo más valioso e importante para alguien, creyendo que el valor y la<br />
importancia que aquél proyecte en nosotros colmarán nuestra carencia. Por supuesto, para<br />
poder creer esto tendríamos que proyectar a nuestra vez en ese alguien un alto grado de<br />
valor e importancia, pues de otro modo no podríamos atribuir validez al valor que dicha<br />
persona proyectase en nosotros (un estúpido, un loco o un ignorante se equivocan y, por<br />
ende, el valor que proyecten en nosotros no valdrá nada; en cambio, el valor que proyecte<br />
alguien que no se equivoque y que valga mucho, seguramente «valdrá de veras»). Así,<br />
pues, en general cada enamorado desea que la pareja le considere como valor supremo, y si<br />
valora a su pareja, ello se debe en gran parte a que ésa es la precondición para poder valorar<br />
la valorización de que ella le hace objeto. En la medida en que ello es así, lo que la pareja<br />
valora es antes que nada su propio «yo», y nos engañamos cuando creemos que por encima<br />
de todo es a nosotros a quien valora. Ahora bien, lo anterior no es algo que calculemos de<br />
manera tan racional; un «no sé qué» nos atraerá en nuestra pareja, 29 y a esta atracción se<br />
sumará el autoengaño necesario para creerla suficientemente especial. Todo ello<br />
desencadenará una serie de fenómenos en nuestro organismo, los cuales comprenderán la<br />
producción de endorfinas que nos «doparán» haciéndonos experimentar un sentimiento<br />
especial —el cual será para nosotros prueba de la especialidad de la otra persona—. Ahora<br />
bien, aunque gracias a las endorfinas los enamorados abrazados bajo la lluvia no sienten el<br />
frío ni la incomodidad, esto no dura mucho. Se ha determinado que la producción extraordinaria<br />
de endorfinas asociada al enamoramiento no dura, en el mejor de los casos, más de<br />
tres años. Además, tal como le sucedió a la bruja mala <strong>del</strong> cuento de Blanca Nieves, el<br />
28 En el grupo social de los <strong>del</strong>incuentes, puede suceder que, mientras más violento y despiadado sea un individuo, los<br />
demás proyecten en él o ella un mayor grado de valor; en cambio, las actividades que tradicionalmente la gente «honesta»<br />
ha considerado valiosas pueden ocasionar oprobio. De hecho, en Stigma, Ervin Goffman cuenta la anécdota de un expresidiario<br />
a quien le gustaba la buena lectura y quien, antes de salir de la biblioteca pública, miraba a uno y otro lado para<br />
asegurarse de que ninguno de sus amigos <strong>del</strong>incuentes le viera salir de un lugar tan vergonzoso. Del mismo modo, el<br />
miedo o el odio que hacia un <strong>del</strong>incuente puedan sentir quienes no son <strong>del</strong>incuentes, si bien puede ser fuente de conflicto<br />
para aquél, también puede servirle como fuente de orgullo. Más aún, es bien sabido que el enemigo público número uno<br />
puede estar muy orgulloso de ser número uno en algo —y, de hecho, el ser repudiado con tanta fuerza por las masas le<br />
conferirá una ilusión de autoexistencia más pronunciada—. Los griegos identificaban el mal con la ausencia de valores<br />
positivos, pero Kant tuvo mucha razón al identificarlo con un valor y una fuerza activa, ambos con signo negativo.<br />
29 Puesto que lo que nos atrae depende en gran medida de nuestro karma (concepto que se explicará en mayor detalle más<br />
a<strong>del</strong>ante), es frecuente que los individuos encuentren parejas sucesivas que les permitan repetir los mismos dramas. Esto,<br />
a su vez, puede estar relacionado en mayor o menor medida con lo que Laing designó como «family mapping»: la reproducción<br />
en la «familia de procreación» de sistemas de relaciones internalizados en la «familia de origen».