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El budismo primitivo (hinayana o vehículo estrecho)<br />
Budismo y dzogchén 3<br />
No obstante haber sido atiborrado de placeres por sus padres y aislado de las<br />
durezas <strong>del</strong> mundo, el príncipe Gautama Siddhartha (siglos VI y V a.C.) experimentaba un<br />
gran vacío existencial; sus primeras experiencias <strong>del</strong> verdadero carácter de la vida humana<br />
le hicieron buscar el sentido de la existencia y la forma de poner fin al mencionado vacío.<br />
Esta búsqueda le hizo abandonar su hogar y sus privilegios reales para deambular<br />
como asceta mendicante y encontrar maestros espirituales apropiados. Los dos maestros<br />
espirituales a quienes, debido a sus logros superiores, escogió entre los muchos que por<br />
aquel entonces ofrecían sus servicios en la India, accedían a los más altos estados<br />
meditativos condicionados y producidos. Ahora bien, al poco tiempo el real asceta<br />
comprendió que en tales proezas no se encontraba la liberación que él perseguía, ya que<br />
todo lo condicionado y producido era pasajero y no podía constituir una solución definitiva<br />
al problema de la vida. El futuro Buda Shakyamuni tendría que encontrar por sí mismo<br />
dicha solución definitiva, que sólo podría yacer en lo incondicionado y no-producido.<br />
Luego de muchas vicisitudes, el príncipe mendigo se sentó bajo el árbol Bodhi y<br />
decidió no levantarse hasta obtener la Iluminación. Mara, el demonio (principio de la<br />
confusión y el engaño en la mente humana), envió a sus hijas (las ápsara) para seducirlo, y<br />
luego a una hueste de demonios para aterrorizarlo, pero el futuro Buda permaneció<br />
impasible. Al aparecer el lucero de la mañana, su presencia despertó a Gautama Siddhartha<br />
de su estado de concentración, con lo cual éste obtuvo la Iluminación, transformándose en<br />
el Buda de nuestra era.<br />
En vez de afirmar haber descubierto algo desconocido, el Buda dijo haber hallado la<br />
verdad «de los rishi de antaño». Los rishi eran los sabios que transmitían los elementos que<br />
todavía se conservaban de las doctrinas espirituales prearias, los cuales, a partir de la<br />
invasión de la India por quienes más a<strong>del</strong>ante se conocerían como indoeuropeos, se<br />
infiltraron en las doctrinas espirituales de los nuevos amos y quedaron asociados, en forma<br />
de «doctrinas secretas», a los libros sagrados llamados Veda (base doctrinal de lo que luego<br />
se conocería como «hinduismo»). 1 Sin embargo, a fin de prevenir desviaciones como las<br />
1 Hoy en día se sabe con certeza que los antepasados de muchos de los llamados «arios»<br />
o «indoeuropeos» —los kurganes, establecidos en la costa norte <strong>del</strong> Mar Negro y extendidos en dirección este por una<br />
franja que llegaba hasta una fracción de la costa occidental <strong>del</strong> Mar Caspio— antes de iniciar su expansión conquistadora<br />
en múltiples direcciones habían sido por siglos depredadores de sus vecinos. Dicho pueblo invadió y conquistó progresivamente<br />
casi la totalidad de Europa, el Medio Oriente (que tuvo que repartirse con esos otros invasores que fueron los<br />
semitas) y la India. En toda esa amplísima región había imperado con anterioridad una elevada cultura y había estado generalizada<br />
una tradición mística de carácter no-dualista y de metodología tántrica (y probablemente dzogchén), que había<br />
constituido la vertiente «blanca» de las tradiciones espirituales locales: para los dravidianos de la India, <strong>del</strong> shivaísmo;<br />
para los tibetobirmanos de las faldas y los altiplanos de los Himalaya, <strong>del</strong> bön; para los persas, <strong>del</strong> zurvanismo; para los<br />
cretenses minoicos, <strong>del</strong> dionisismo —y, según Alain Daniélou, para los egipcios, <strong>del</strong> culto a Osiris—. Los arios<br />
suprimieron las tradiciones existentes en las tierras que dominaron, pero —quizás con mayor ímpetu en India— más a<strong>del</strong>ante<br />
éstas resurgieron, de modo que algo de su elevada espiritualidad se infiltró entre los conquistadores (quienes, sin<br />
embargo, expurgaron de ella todo lo que pudiese amenazar su dominio, incluyendo muchos de sus métodos místicos más<br />
directos; en particular, y en la medida en que la represión es inherente a las estructuras de dominación, ellos excluyeron<br />
los métodos que aprovechaban la energía asociada al impulso erótico como medio para acceder a vivencias<br />
transpersonales; <strong>del</strong> mismo modo, eliminaron las bacanales en las cuales había sido inadmisible la estratificación social).<br />
Todo esto lo trato en detalle en una obra titulada Los presocráticos y el Oriente (a publicar por el Consejo de<br />
Publicaciones de la Universidad de Los Andes en Mérida, Venezuela). Cfr. también: (1) Durant, Will (español 1957), La<br />
civilización de la India. Buenos Aires, Editorial Sudamericana. (2) Bocchi, Gianluca y Mauro Ceruti (1993, español<br />
1994), El sentido de la historia (Origini di storie). Madrid, Editorial Debate, colección Pensamiento. (3) Daniélou, Alain