You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Budismo y dzogchén 73<br />
éste el máximo respeto; sin embargo, por medio de su práctica debe adquirir suficiente<br />
familiaridad con la Visión o tawa y suficiente confianza en ella como para terminar<br />
volviéndose completamente autónomo y autosuficiente, de modo que, mientras recorre la<br />
vía, su maestro directo e inmediato pueda llegar a ser su propio estado de rigpa o Verdad.<br />
(De hecho, en el caso de alumnos especialmente dotados o avanzados, el maestro externo<br />
podría incluso llegar a ofrecerles instrucciones que no correspondan al verdadero sentido de<br />
la enseñanza, a fin de determinar si aquéllos han o no adquirido suficiente confianza en la<br />
Visión como para «desobedecerlo»; con ello, puesto que muchas veces las serpientes se<br />
muestran como tales precisamente cuando tratan de actuar como dragones, logra que éstos<br />
y aquéllas se separen y se muestren tal como son. 181 ) Todo esto nos permite comprender<br />
por qué se dice que el principio de la vía de autoliberación es la autorresponsabilidad y no<br />
el <strong>del</strong>egar la propia responsabilidad en la autoridad de otros. 182<br />
Con respecto al yoga «físico», cabe señalar que éste no constituye una práctica<br />
principal en la vía de autoliberación, ni se incluye en la sección más pura de sus enseñanzas<br />
(conocida como ati-ati). Ahora bien, en dicha vía el mismo puede constituir una práctica<br />
secundaria importante; de hecho, hay secciones <strong>del</strong> atiyana-dzogchén (como por ejemplo el<br />
ati-anu y el ati-maha) que a menudo incorporan formas de yoga físico más o menos<br />
equivalentes a las que se aplican en la vía de transformación; la diferencia más esencial con<br />
respecto a éstas es que en aquéllas el practicante no tiene que visualizarse como una deidad.<br />
El compromiso y los preceptos en las tres vías<br />
Como hemos visto, entre los vehículos de la vía de renuncia, el hinayana está<br />
basado más estrictamente en el principio de renuncia, asociado a la adopción de votos que<br />
no pueden violarse por ningún motivo, mientras que el mahayana está basado en el principio<br />
<strong>del</strong> entrenamiento, que implica el compromiso de ir más allá de los propios límites si<br />
ello es necesario para lograr el bien de otros.<br />
Para el hinayana, la forma suprema de emprender la práctica es haciéndose monje,<br />
lo cual constituye la forma más obvia de renuncia. Si uno no se hace monje, debe tomar<br />
algún otro de los conjuntos de «votos <strong>del</strong> pratimoksha» o «votos para la liberación indivi-<br />
181 Las serpientes simbolizan el ego, que siempre deja su rastro, como ineluctablemente lo hacen ellas al desplazarse sobre<br />
la tierra. Los dragones representan la Iluminación, con sus cualidades de poder y energía, y simbolizan la imposibilidad de<br />
determinar el estado mental <strong>del</strong> realizado a partir de sus actos: puesto que los dragones vuelan por los cielos, no dejan<br />
rastro alguno; más aún, para desplazarse por los cielos se ocultan en una nube, que se desplaza con ellos.<br />
182 Un maestro de dzogchén enseña a sus alumnos a vivir sin leyes, en base a la espontaneidad <strong>del</strong> estado de rigpa o<br />
Verdad o, si éste no está manifiesto, a la llamada «presencia de la conciencia responsable» (cfr. el apéndice «El espejo: un<br />
consejo sobre la presencia y la conciencia responsable», en Norbu, Namkhai, 1986, español 1996, El cristal y la vía de la<br />
luz; Barcelona, Kairós). Los señalamientos y afirmaciones de un maestro de dzogchén surgen para romper en sus alumnos<br />
los límites establecidos por la valorización-absolutización <strong>del</strong>usoria de los pensamientos, que constituyen una cárcel<br />
mental, y no tienen por objeto establecer un punto de vista filosófico acerca de la realidad ni una serie de normas a seguir<br />
(de modo que muy bien puede ilustrárselos con las respuestas que el maestro ch’an Ta-chu Hui-hai dio a un maestro <strong>del</strong><br />
tripitaka que intentó ridiculizarlo; cfr. la nota 32 a la parte II de este libro). Sin embargo, los discípulos no realizados <strong>del</strong><br />
maestro transforman en ley todo lo que él dice a fin de librarlos <strong>del</strong> aferramiento a las leyes y, en general, permitirles<br />
superar la valorización-absolutización <strong>del</strong>usoria —como presos que usaran las enseñanzas de alguien que se hubiese<br />
introducido en la cárcel a fin de liberarlos, para establecer un «culto de prisión» que impidiese que nadie más se escapara<br />
de la cárcel.<br />
Un verdadero alumno no es un ciego, y un verdadero maestro no es un perro para ciegos; el verdadero maestro<br />
hace que los alumnos vean, de modo que no dependan de él o ella, y el verdadero alumno es el que logra ver. Si un<br />
maestro se comporta como un perro para ciegos es porque él o ella no ve —y, cuando un ciego guía a otros ciegos, él y<br />
ellos caen juntos al abismo.